domingo, 16 de diciembre de 2012


SABOR DE NAVIDAD
El otro día me llamó por teléfono mi hija. Me llamaba para encargarme que comprara el pan. Mientras hablaba no se pudo contener y me espetó: “¡Ya verás! Hemos preparado lo que más te gusta”. La dí  las gracias, pensando en que mis hijas habían echado una mano a mi mujer preparando algo especial de comida. Mi sorpresa fue que no era una comida de mi gusto sino que ya habían colocado un misterio que me gusta mucho.

No había podido esperar y a la vuelta del colegio habían insistido a su madre para que las dejara prepararlo, aunque habíamos quedado en hacerlo al día siguiente. Lo habían dejado precioso, con unas lucecitas bajo el espumillón dorado y plateado que daban un aspecto etéreo al misterio. Como si la Sagrada Familia estuviera flotando en una nube.

La sorpresa se transformó en gran alegría. Porque me encantan estas fechas, me alegra decorar la casa, colocar el nacimiento, las reuniones navideñas. Y Dios me ha bendecido con hijos que hacen aún más especiales estas fiestas. Y lo serán más porque mi hija pequeña nacerá en estos días, entre Navidad y Reyes. Un motivo más de celebración.

Espero que a pesar de estar en crisis no escamoteemos la decoración navideña. No podemos gastar como en los años prósperos pero seguro que de aquella época tenemos suficientes adornos  para crear el ambiente suficiente para acompañar lo más importante: el espíritu de la Navidad, que no es otro que el de un Dios que se hace pequeño por amor a su criatura, para ayudarla a librarse de sus ataduras y esclavitudes.

No podemos obsesionarnos con que no podemos gastar lo de antes. Es igual. Puede que no tengamos para marisco pero otras cosas más baratas nos pueden dar la misma satisfacción. O más. Lo que más recuerdo son unos filetes de pechuga de pavo en una salsa de leche con algo más que hacía mi abuela y que no he vuelto a probar. Eso me sabe más a Navidad que muchas otras cosas que he probado después.

 ¡Y no nos olvidemos del que no tiene! Si conocemos a alguno invitémosle en estas fechas. Y si no conocemos ayudemos a quienes les ayudan. O hagamos las dos cosas. La Navidad se acerca y hemos de estar preparados para recibirla.
(Publicado el 11 de diciembre en "El Día de Valladolid")

sábado, 8 de diciembre de 2012


VIVIR SENCILLO

 “Vive sencillamente para que otros, sencillamente, puedan vivir”. Ese es el lema de la campaña de sensibilización de Caritas para el trienio 2011-2013. Tengo que reconocer que no me había fijado en este lema hasta ahora, con el comienzo del Adviento.  Se lo escuché este domingo a una de los responsables de caritas en mi parroquia, en el recordatorio de la operación kilo, que como todos los años nos ayuda a preparar la Navidad.

Los que aún podemos tenemos la obligación moral de compartir con aquellos que no tienen nada. Y sabemos que son muchos. Y con muchas dificultades. Nos  recomendaba esa responsable que es muy necesaria en la actualidad entregar comida enlatada o ya cocinada, que necesite el mínimo consumo de energía. Porque muchas familias no tienen para pagar el gas o la electricidad y eso impide hasta cocinar o guardar comida en el frigorífico o en el congelador. Imagínese ya no sólo sin calefacción o agua caliente sino sin la posibilidad de cocinar o de calentar un poco de café o de leche.

Vivir sencillamente nos permitiría disponer de algo más para compartir. Renunciar a lo superfluo no es un sacrificio grande realmente. Nos cuesta más por lo que supone de ruptura de costumbres y hábitos y de renuncia que por la necesidad de lo renunciado. Eso sí lo renunciado es vitalmente necesario para otros. Además es sencillo colaborar. Con dar unos paquetes de legumbre, unos productos de higiene o de limpieza, unos litros de leche es suficiente.

Y si además consiguiéramos hacer de este lema la guía de nuestra vida, viviríamos mejor. Nosotros, los que nos rodean y la sociedad en general. Imagínense que  nuestros gustos y necesidades se vuelven tan sencillas que para satisfacerlas ya no necesitáramos, por ejemplo, cambiar de móvil cada tres meses, de ropa cada temporada, de coche cada dos años… No es que hayamos de  privarnos de  una copita de vino de reserva y una tapita de jamón ibérico de Guijuelo de vez en cuando sino de emborracharnos de vino peleón a diario.
(^Publicado el 4 de diciembre de 2012 en "El Día de Valladolid" )

jueves, 6 de diciembre de 2012


SE ARMÓ EL BELÉN
Eso parece, que se armó el belén con los comentarios del Papa sobre la presencia del buey y la mula en el nacimiento de Jesús. Por la reacción que ha generado parece como si  nos hubieran quitado una parte de nosotros mismos. Se han realizado muchas encuestas y se ha escrito y opinado en abundancia y todo en ese sentido: “¡¿cómo es posible?! ¡El belén es sagrado! ¡No me lo van a quitar!

¿Y qué es lo que no nos pueden quitar? Nuestra infancia, nuestros recuerdos, generalmente los más felices. Aunque ahora ni nos acordemos y hayamos relegado el belén tras el árbol de Navidad. Pero es cierto. El belén es nuestro. Belén, su portal, es nuestro. Por eso se encarnó Dios: para ser nuestro. Por eso se llama Emmanuel, que significa “Dios con nosotros”.

Y como es nuestro, desde que San Francisco lo hiciera por primera vez allá a principios del siglo XIII con el fin de mostrar un Jesús que era también humano, no solamente divino, y, por tanto, cercano, lo representamos de acuerdo a la mentalidad de los tiempos. Esa es precisamente la grandeza de los belenes. Son la expresión de la fe de quien los monta, con sus circunstancias, con su historia.

Hay quien quiere reflejar el momento histórico del nacimiento y cuida hasta el mínimo detalles para guardar la mayor verosimilitud posible. Otros quieren honrar las tradiciones familiares y montan el belén como se ha hecho toda la vida en su familia. Y hay quienes prefieren actualizar  la representación y hacerla en un mundo contemporáneo.

No importa la elección, sí que siga manifestando la humildad y pobreza del nacimiento y  el reconocimiento de los débiles y sencillos. Esto es lo que representan el buey y la mula, sobre cuya presencia histórica se puede dudar. Pero, como dice también el Papa, eso no es lo importante, sino su simbolismo. Dice Isaías 1,3 “Conoce el buey a su dueño y el asno el pesebre de su amo, pero Israel no conoce”. Es decir, los animales saben quién es su Creador pero los hombres no lo reconocemos ni teniéndolo entre nosotros.   
(Publicado el 27 de noviembre de 2012, en "El Día de Valladolid")

sábado, 1 de diciembre de 2012


PUERTA ABIERTA, PUERTA CERRADA
Quizás nos encontremos ante unas semanas decisivas para que el futuro tome un rumbo u otro. Cuando lo haga, ciertas potencialidades y consecuencias ya no serán mientras otras se harán realidad. Algunas de ellas somos capaces de predecir aplicando ciertas leyes de la física como la newtoniana de a cualquier acción le corresponde una reacción.

 Otras podemos estimar cuáles serán siempre que admitamos que todo lo relacionado con el hombre es algo más complicado que la pura física, ya que, al entrar en la ecuación variables impredecibles o causas que no siempre producen el mismo efecto, el resultado puede ser distinto del esperado. Luego está lo desconocido, lo incontrolable, lo inesperado. Una equis que ha tener en cuenta pero que somos incapaces de despejar.

Siendo así, de aquí hasta febrero se decidirá el escenario en el que nos tocará desenvolvernos, nosotros y nuestros hijos y luego nuestros nietos. Lo primero serán las elecciones catalanas. ¿Habrá independencia? Si la hay, ¿qué pasará?, ¿cómo será nuestro país? ¿nos hundiremos? Si lo hacemos, ¿seremos capaces de levantarnos o nos volveremos unos contra otros?

Eso en cuanto a España, porque luego está Europa. Hoy se reunirá de manera extraordinaria el Eurogrupo para tratar, de nuevo y por enésima vez, sobre la ayuda a Grecia. Si no se concede, las tensiones financieras agravarán la crisis y al recesión económica  europea. Probablemente eso haga inevitable que España tenga que pedir el rescate. ¿Servirá para que nos recuperemos o nos hundirá más? Si nos hundimos, ¿el siguiente será Italia?¿Luego Francia? ¿Quién más?

Eso hará que resurjan con fuerza los nacionalismos y eso hará inevitable la ruptura del euro. Europa se romperá y con la caída de su economía, la economía mundial se hundirá. No en vano el euro es la segunda moneda en reservas. Una recesión mundial nos pondría a las puertas de enfrentamientos y guerras, de miseria, de hambre y muerte. ¿Qué decisión tomaremos?¿qué camino elegiremos? Abriremos unas puertas y cerraremos otras. ¿Nos llevarán al progreso o a la destrucción?
(Publciado el 20 de noviembre en "El Día de Valladolid")

domingo, 25 de noviembre de 2012


DE JUSTICIA

Es preocupante que hasta que no hay desgracias y muertes no reaccionemos ante un problema. Lo digo por los casos de suicidio por desahucio. Y digo preocupante porque indica el grado de insensibilidad de la sociedad que se expresa en su clase política. Nos falta más reflexión y menos acción, más vida espiritual y menos material.

Me dirán que lo que hace falta es actuar  y adoptar medidas concretas. No se lo niego. Pero no se puede hacer a impulsos ni a ciegas, movidos por un arrebato, por el sentimentalismo, la  ira o el sentido de culpa. Hay que tener claro qué mundo queremos, no sea que el remedio sea peor que la enfermedad.

Evidentemente no se puede perder el tiempo, por eso hay que aprovechar todas las reflexiones previas. Hay muchas y de todos los colores. El mío ya lo conocen. Lean la encíclica “Caritas in Veritate” de Benedicto XVI. Les dejo unos párrafos:

“Si hay confianza recíproca y generalizada, el mercado es la institución económica que permite el encuentro entre las personas, como agentes económicos que utilizan el contrato como norma de sus relaciones y que intercambian bienes y servicios para satisfacer sus necesidades y deseos. El mercado está sujeto a los principios de la llamada justicia conmutativa, que regula la relación entre dar y recibir entre iguales.

Pero la doctrina social de la Iglesia no ha dejado nunca de subrayar la importancia de la justicia distributiva y de la justicia social para la economía de mercado, no sólo porque está dentro de un contexto social y político más amplio, sino también por la trama de relaciones en que se desenvuelve.

En efecto, si el mercado se rige únicamente por el principio de la equivalencia del valor de los bienes que se intercambian, no llega a producir la cohesión social que necesita para su buen funcionamiento. Sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica. Hoy esta confianza ha fallado, y esta pérdida de confianza es algo realmente grave.”
 
(artículo 13 de noviembre en "El Día de Valladolid")

sábado, 24 de noviembre de 2012


¿QUÉ SERÁ, SERÁ?
Antaño por la fiesta de Todos los Santos se estrenaban los abrigos. Una razón para ello era el cambio del tiempo. Ese día se notaba ya, se sigue notando y ¿se seguirá notando?, que el dulce amarillear de las hojas deja paso a la fría, y esperemos que lluviosa, caída de las hojas. No desesperen que aún se verá interrumpida por el veranillo de San Martín, el próximo 11 de noviembre, fecha a partir de la cual las heladas eran ya, ¿seguirán siéndolo?, lo suficientemente fuertes como para permitir la matanza, de ahí el dicho de que a todo cerdo le llega su San Martín.

Esa era una de las razones, la más práctica. La otra era más espiritual. La fiesta que se celebraba, ¿que se celebra? El Día de Todos los Santos era, es a pesar de todo y lo seguirá siendo, una solemnidad. Como tal hay que honrarla también en la vida cotidiana. Hay que hacerlo en el trabajo, en la comida y, por supuesto, en el vestido. De ahí el descanso laboral, la cocina de especialidades del tiempo y el estreno del abrigo.

Todos los Santos es la festividad que se recuerda a todos aquellos que han llegado al cielo y se expresa el deseo y la petición de que lo alcancen los demás fallecidos ( al día siguiente, el 2 de noviembre, se celebra el Día de los Difuntos ) y también los vivos cuando nos toque rendir cuentas. Es, así mismo, la vivencia de la comunión entre los hombres celestiales y los hombres terrestres, donde unos oran por otros.

Eso era hasta hace unos años. ¿Lo es ahora? ¿Lo seguirá siendo en el futuro? Últimamente soy pesimista con la superviviencia de nuestras costumbres aunque no con la de nuestras creencias. Me imagino que la calabaza se acabará imponiendo a los huesos de santos, pero no los caramelos a los buñuelos de nata, de crema o de trufa.

Quizás sincreticemos unas costumbres y otras y lo que hagamos sea aprovechar que tenemos que vaciar las calabazas para hacer cabello de ángel. Es posible. Pero de lo que sí estoy seguro es que para enfrentarnos a la muerte seguirá siendo más consolador el cielo del Día de Todos los Santos que las tinieblas de la noche de Halloween.
(artículo 6 noviembre en "El Día de Valladolid")

domingo, 11 de noviembre de 2012


PEQUEÑOS GESTOS

 

El otro día fui al supermercado. Había salido de trabajar y entré a comprar una barra de pan y un bric de zumo. Cogí lo que había ido a buscar y me acerqué a la caja para pagar. Iba pensando en mis cosas, así que no me dí cuenta de que una señora había hecho una gran compra  y estaba descargando un carro repleto de productos. Así que en cuanto volví en mí y centré la mirada en la realidad, pensé: “esto va para rato”. Me dije que paciencia, que si así estaba el asunto así tenía que ser, que Dios siempre hace las cosas por algo.

Lo que no sabía era por qué era. No se imaginen que me ocurrió algo extraordinario o que sucedió un acontecimiento sobrenatural. Tampoco me toco un carro de la compra de regalo, ni siquiera un juego de toallas a la última moda. Fue algo mucho más sencillo.

Más sencillo pero más vital. La señora que estaba toda atareada sacando sus paquetes para colocarlos en la cinta transportadora se volvió, me miró las manos, contempló mi barra de pan y mi bric de zumo y, sin dejar su operación logística, me sonrió y  me dijo: ¡Anda, majo, pasa tú, que yo tengo para rato!. Yo le di  las gracias y me acerqué a la cajera para que me cobrara. En ese momento, la dependienta estaba terminando de cobrar a otro cliente que, por lo que estaban comentando ambos, también había dejado “colarse” la señora. Entonces yo me sonreí.

Sí, me sonreí porque esa señora, a la que no conozco pero para la que pido a Dios todas las bendiciones, con su gesto me hizo feliz. Me alegró un día que iba atravesado y me hizo recuperar la alegría de la vida. Una alegría que depende mayormente de las pequeñas cosas. Pequeñas cosas como su amabilidad. Si las practicásemos más a menudo viviríamos en un clima más distendido, ayudaría deshacer tanta crispación.

El gesto que tuvo aquella señora conmigo me reafirma en mi creencia de que aunque podemos ser muy malos en el fondo no lo somos tanto ni tantos ni tan a menudo. Hay gente buena por el mundo que nuestros miedos y temores impiden que encontremos.
(artículo em "El Día de Valladolid", 30 octubre 2012)

domingo, 4 de noviembre de 2012


ERASE UNA VEZ
Érase una vez una serie que así se titulaba y hacía honor a su nombre. Bueno quizás lo llevaba un poco más allá pues era un cuento sobre los mismos cuentos. El cuento del qué pasaría si Blancanieves, el príncipe, los enanitos, la malvada madrastra bruja y otros habitantes del Reino de las Maravillas dejasen la Fantasía y les obligasen a vivir en el mundo real.  Quién sería quién y cómo se comportarían en un pueblo, cuál sería la profesión de cada cual si no supiesen quiénes eran en su otra vida.

Es una interesante reflexión sobre el bien y el mal, el amor y el odio, sobre las razones y sentimientos que mueven a los hombres. Evidentemente la premisa de la que parte  es que en la vida real los finales felices no predominan y que para triunfar hace falta la maldad, siquiera una pizca, o al menos hacer un pacto con el demonio, que, por supuesto, lo va a cobrar a más que a precio de oro (una lección que enseñan algunas de nuestras leyendas populares lamentablemente ya olvidadas).

Realmente ese es el dilema que plantea la serie: ¿cómo puede vencer el Bien al Mal sin ser malo? Y aún así sucede que cuando los buenos utilizan algún atajo cuestionable éticamente también pierden. Más que eso, los malos se vuelven más poderosos. Con lo cual la pregunta se vuelve más acuciante y menos resoluble. ¿Cómo vencer al Mal con el Bien?

No sé cuál es la respuesta que darán los guionistas (hoy intentaré ver otro par de capítulos), pero sí que sé cuál daría yo si mis hijas me lo preguntasen. La fidelidad y la paciencia. Sé que son dos valores denostados en la actualidad. Tenemos muchas justificaciones para no ser fieles y leales a nuestros compañeros, a nuestros amigos, a nuestra familia. ¿Por qué voy a dejar de realizarme por unos lazos que sólo me atan?  ¿No les recuerda a la tentación de la manzana?     

Y de la paciencia, ¿qué les voy a decir? Todo hay que hacerlo y tenerlo para ya, sino es para antes de ayer. Sin embargo, por muy acelerados que seamos, cada fruto madura a su tiempo y si lo cortamos antes sólo nos va a saber agrio y verde. “La paciencia todo lo alcanza”, dice Santa Teresa. Y sólo Dios basta.
(artículo en "El Día de Valladolid", 23 octubre 2012)

jueves, 1 de noviembre de 2012


LA PINZA DIGITAL
La oposición del pulgar y el índice son una de las adaptaciones morfológicas que explican el avance en el conocimiento, sobre todo en la parte técnica y tecnológica. La capacidad de nuestra mano para pinzar nos otorga habilidad para la precisión. La adquisición de esta habilidad psicomotriz es una de las fases fundamentales del aprendizaje de los niños.

Los fetos ya pueden cerrar la mano a las veinte semanas de gestación, más o menos a la mitad del embarazo. A los doce o quince meses depura su técnica de agarre y comienza a introducir los dedos en agujeros y a coger la cuchara para llevársela a la boca. Luego irá perfeccionando esta habilidad hasta ser capaz de enhebrar una aguja o diseccionar proporciones ínfimas a través de un microscopio electrónico.

De un tiempo a esta parte hay otra función del agarre de pinza que hemos de aprender. La de la pinza digital. No lo digo solamente por utilizar los dedos sino también por la tecnología digital. El lenguaje binario de dígitos nos es tan imprescindible para vivir en nuestra sociedad que todo nuestro esfuerzo se ha centrado poder llevarlo con nosotros en todo tiempo y lugar. Así que nuestros técnicos continuamente trabajan en reducir tamaño y ampliar espacio, en aumentar aplicaciones y disminuir molestias.

Y más. Para los fanáticos de estos aparatos, y para los que no lo somos tanto pero tenemos que usarlos a menudo y en variadas circunstancias, lo ideal es que quepan en una mano y se puedan utilizar con solo un dedo: el pulgar. Evidentemente esto ya lo han captado las empresas y ya una de ellas lo utiliza para comercializar su último producto. Claro que para ello también se requiere habilidad y algunos parecen los Usain Bolt del tecleo unidigital.

Por supuesto, existen peligros. Algunos ya existen. Esta el reflejo de agarre: hay quien, como los recién nacidos que cierran la mano instintivamente sobre el dedo ofrecido, lo hacen con el móvil y no lo sueltan por nada en el mundo. Otros serán nuevos. Como existe el codo de tenista aparecerá el esguince digital.
(artículo en "El Día de Valladolid", 16 octubre 2012)

viernes, 12 de octubre de 2012

CARA TRISTE, CARA CONTENTA


CARA TRISTE, CARA CONTENTA
Es cierto que los niños reflejan  en sus dibujos su estado de ánimo. Lo he podido comprobar estos días con mi hija Rebeca. Estaba haciendo sus deberes al tiempo que enredaba con su hermana Lía, de tal modo que la una por la otra no hacían nada y acabaron discutiendo. Así que las reñí y las separé  para que terminaran sus tareas. Rebeca se enfadó conmigo por reñirla y, como uno de sus deberes era dibujarnos a su madre y a mí,  me pinto con cara de enfadado.

En realidad pienso que no era tanto por mi enfado, aunque reconozco que era grande y que en muchas ocasiones me puede mi mal genio, algo con lo que llevo luchando toda la vida y por lo que pido ayuda a Dios todas las mañanas, pues los demás no tienen la culpa de ello ni tienen por qué sufrirlo. Creo, sin embargo, que el enfado le venía más porque la había pillado armándola y no había podido salirse con la suya.

La verdad es que no es tan de extrañar. Todos hacemos lo mismo. Cuando actuamos de manera errónea, ilícita o malvada nuestra primera reacción es negarlo, muy raramente reconocerlo. Y cuando la negación no nos sirve de defensa, cambiamos a la táctica del enfado, de ponernos muy dignos y de mostrar que nosotros somos los indignados por tener que escuchar tales acusaciones, aunque sean ciertas.

Esa indignación no es más que una de las máscaras de nuestra soberbia. ¡Cuánto mal nos trae querer quedar por encima y tener razón siempre! ¡De cuánto bien nos privamos por no reconocer a tiempo, incluso a destiempo, nuestros errores y asumir sus consecuencias! Siempre serán menores que las que trae la negativa, que las multiplica exponencialmente.

Aunque siempre tenemos esa vocecita diabólica asegurándonos que si nos mostramos humildes pareceremos débiles, yo les certifico que es más provechoso cambiar esa más cara de enojo por una de sencillez. Se lo digo porque después de un poco mi hija y yo nos perdonamos y nos dimos un abrazo para hacer las paces. Entonces repintó su dibujo y  cambió mi cara triste por una cara alegre.     
(Artículo em "El Día de Valladolid", 9 de octubre de 2012)

domingo, 7 de octubre de 2012

OJOS DE FELICIDAD


OJOS DE FELICIDAD

A uno se le agranda el corazón cuando ve la felicidad en los ojos de su familia. En esos momentos desaparecen las preocupaciones, el cansancio y el estrés y, por supuesto, de la crisis ni se acuerda Porque de verdad lo que realmente deseamos las personas, tanto ricos como pobres o mediopensionistas, es vivir eternamente en ese momento. Es nuestro anhelo más íntimo, nuestra aspiración máxima. O traducido: el cielo.

Es lo que buscamos durante toda la vida. Hay ocasiones en las que lo hacemos conscientemente pero en el fondo es lo que late bajo todas nuestras acciones. No siempre tenemos éxito y lo hallamos, muchas veces ni siquiera cuando lo hallamos lo reconocemos y en otras erramos en lo que buscamos.

Creemos, así nos lo enseñan, que esa felicidad está en el triunfo y en el éxito. Póngale ustedes el complemento que quieran: de poder, de prestigio, de dinero… de amor incluso, de un amor posesivo. Sin embargo, no es así. Hay uno mira a los ojos de los demás y no ve felicidad. Puede haber temor, adoración, odio, servilismo, indiferencia, egoísmo…pero no felicidad y amor.

Los ojos de felicidad son los que yo he visto este fin de semana en mi hija pequeña (bueno ya no la pequeña, pues Dios nos ha bendecido con otra – parece que es niña- que viene en camino) durante la celebración de su cumpleaños. No era por lo regalos, que le hicieron mucha ilusión claro, sino porque nos habíamos juntado la familia para comer. Estaba feliz porque estábamos juntos compartiendo.

Siempre he creído que los hijos, con toda la dedicación que necesitan, son la mayor bendición para una sociedad. Nos ayudan a poner los pies en la tierra, a pensar en la consecuencias de nuestros actos porque las pagaran ellos y nos permiten disfrutar ( y distinguir) los verdaderos momentos de felicidad.

Son como unos ángeles de la guarda que nos regala Dios para que nos cuiden, aunque parezca lo contrario. Por cierto, acuérdense de su ángel de la guarda personal porque hoy es la fiesta de los santos ángeles custodios. Cuánto trabajo doy al mío y de cuánto me ha librado. Muchas gracias, ángel mío.   
(Artículo en "El Día de Valladolid", 2 de cotubre de 2012)

domingo, 23 de septiembre de 2012


METAFÍSCA

Al final el relleno no era tan sólo relleno, el ADN basura no era basura, el 98’5% del ADN no eran una decoración del otro 1’5%, los genes. El descubrimiento, hecho público hace unos días, cambia los presupuestos sobre los que hasta ahora se basaba la ciencia genética. También nos sirve como punto de reflexión sobre lo que realmente es la ciencia y su alcance.

La primera cuestión que me plantea este avance es que en ciencia siempre hay que seguir preguntando. No podemos dar por definitiva ninguna interpretación de la realidad. Ya pasó cuando Descartes sobrepasó la escolástica, cuando Newton fue más allá del modelo cartesiano, cuando las leyes newtonianas fueron superadas por la Relatividad de Einstein, cuando en el futuro las posibilidades cuánticas nos den otra descripción del universo, que se sume y complete las que ya tenemos.

El segundo aspecto de reflexión es que la ciencia no es absoluta. Según vamos adentrándonos en la realidad descubrimos nuevas maneras de percibirla y de profundizar en ella. Es uno de los grandes instrumentos de los que disponemos para progresar en el conocimiento y, por tanto, como personas y sociedad. Pero no da la última explicación de lo que es el hombre y el mundo, aunque si es la mejor criba  para supersticiones y engaños. 

Que tras la grandeza del ADN que conocíamos se esconde una mayor grandeza que apenas vislumbramos y aún desconocemos es la tercera y más importante consecuencia del descubrimiento. La vida es más que nuestro mundo chato, que la mera materialidad, que nuestros esquemas y conceptos inmóviles. La Creación es tan sorprendente y maravillosa que deberíamos vivir en un continuo asombro y agradecimiento.
Creo que eso también nos ayudaría a ser mejores unos con los otros. Supongo que es una de las cosas que dejamos en el paraíso, una de las heridas que nos ha dejado el pecado original: nuestra dificultad para ver más allá, para contemplar lo que hay detrás de la física, para la metafísica.

Artículo publicdo en "El día de Valladolid", 11 de septiembre de 2012

sábado, 15 de septiembre de 2012


COMENCEMOS CON ALEGRÍA
Ya está aquí el mes de septiembre y, aunque algunos aún disfruten de vacaciones, que espero que sean como las imaginaban, comenzamos un nuevo curso. Comenzamos todos, los estudiantes y profesores y también el resto, padres y no padres. Porque nuestra  sociedad no se mueve tanto por el fin e inicio oficial de los años como por el término de las vacaciones estivales y el regreso a la actividad, lectiva para unos y laboral para otros.

En Valladolid tenemos la suerte de que el regreso lo suavizamos con las fiestas. Es una buena manera de comenzar y de terminar, es una oportunidad para reencontrarnos todos y hacerlo en un ambiente distendido y propicio para compartir. ¡Y qué mejor que compartir bebida y comida, bien en la Feria de Día, bien en las Casetas Regionales, en el bar de toda la vida o en un restaurante con la familia y o los amigos!

Ya sé que andamos más achuchados  y que muchos ya se alegrarían si pudieran decir que están achuchados. Pero por eso hablo de compartir. No podremos alternar tanto como antes pero no se trata tanto de la cantidad. Lo importante es compartir lo que tenemos, principalmente con los que no lo tienen. Y si no nos da para diez, disfrutemos de los siete, de los cinco o de uno.

Disfrutar conjuntamente de lo poco, con una sonrisa y sin lamentos por lo que no hay, nos alegrará el alma y fortalecerá nuestro espíritu. Y necesitaremos esa energía para afrontar con éxito la dureza de los próximos meses. Este curso será muy difícil y necesitamos tener limpio el entendimiento, dispuesto el discernimiento y  fuerte la voluntad.

Esos depósitos se llenan con la alegría de ahora, del reencuentro y de la comunión. Y a los que somos creyentes nos ayuda mucho la oración. Aprovechemos pues para cargar las alforjas que nos abastezcan durante  la travesía. Disfrutemos de estas fiestas, como se suele decir, en amor y compañía. Ganaremos más.
Artículo publicado en "El Día de Valladolid", 4 septimbre 2012
 
 

miércoles, 25 de julio de 2012

... LA TENTACIÓN DE JUAN SIN TIERRA II


La semana pasada quedó en el aire la pregunta: ¿cómo mantener el estado del bienestar si los ingresos que lo hacen posible disminuyen? Hay dos respuestas: o aumentamos los ingresos  o reducimos el estado del bienestar. En realidad, lo más adecuado es una combinación de ambas. Primero hay que diagnosticar el tamaño y los órganos afectados por la hipertrofia del estado del bienestar, que siempre genera un largo periodo de gran crecimiento. Una vez establecido el modelo adecuado hay que analizar si tenemos ingresos suficientes para mantenerlo. Si es así no hay problema. Con recortes se puede lograr el ajuste necesario.

Pongámonos en la circunstancia de que los ingresos no alcanzan para sostener el modelo elegido. Entonces podemos establecer un modelo más pequeño. Esta posibilidad no es nuestro objetivo aunque siempre se podrá acudir a ella si no nos queda más remedio. Nuestra primera opción es aumentar los ingresos. ¿Cómo? Ese es el quid de la cuestión actual. El estado necesita ingresar más y eso pasa por recaudar más. ¿Cómo?

Aquí surge la tentación que llamo de Juan sin Tierra. Todos conocemos la leyenda de Robin Hood, el sheriff de Nottingham, los barones y el príncipe Juan. Como Robin roba a los ricos para devolver a los pobres la riqueza que les esquimalba el Estado, feudal entonces, endeudado por la Cruzada emprendida por el hermano del príncipe Juan, el rey Ricardo.

La tentación del príncipe Juan y sus políticos fue aumentar los impuestos, que acabaron por llevar a la miseria a los más débiles y empobrecer al resto de la sociedad hasta el punto de generar una rebelión que acabó en la concesión de la Carta Magna, origen del parlamentarismo inglés. Su afán por recaudar no creo más riqueza sino más pobreza.
Cada ciudadano tiene una capacidad de pagar impuestos, si se sobrepasa, esta disminuirá, produciendo una menor recaudación a corto medio plazo. Y creo que hemos llegado a ese punto. O se dedican más esfuerzos a incrementar la actividad económica, los que más tenemos manifestamos nuestro espíritu cívico y se reduce el fraude o cada vez seremos más pobres y nos enfangaremos más en el pozo.

(artículo publicado "El Día de Valladolid", 24 julio 2012)

martes, 24 de julio de 2012


LA ECONOMÍA Y SUS CIRCUNSTANCIAS O… (I)
Aumentar los impuestos será malo o bueno dependiendo de las circunstancias del momento en el que se tome la decisión. Si analizamos los países que son nuestros modelos del estado del bienestar, los países escandinavos, nos encontramos con una fuerte carga impositiva, mayor que la nuestra. La razón es simple: unos buenos servicios sociales solamente se mantienen gracias a unos fuertes ingresos del estado. Estos se sostienen sobre una doble estructura: una aportación elevada a través de los impuestos directos de los ciudadanos y empresas y otra más o menos constante derivada de  una economía saneada y en crecimiento.

Visto así parecería sencilla la solución: aumentar los impuestos. Sólo sería una parte de la solución y seguiría dependiendo de las circunstancias. Aquí deberíamos tener en cuenta dos variables más: el espíritu cívico y la coyuntura económica. En cuanto al espíritu cívico, este se nos presenta en dos facetas: el de todos los ciudadanos y el de aquellos que son elegidos como dirigentes políticos.

Todos los ciudadanos han de ser conscientes que evadir impuestos, tanto directa como indirectamente, es estafarse a uno mismo. Dejar de pagar tributos no es perjudicar al político de turno sino que dificulta su reversión en servicios y beneficios que podemos disfrutar en cualquier momento. El envés de ello es la necesidad de unos políticos y administradores honrados, austeros y preocupados por el bien común, que le importe derrochar la pólvora del rey. Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

Aún nos queda otra circunstancia. La coyuntura económica. En un contexto de crecimiento y expansión, no hay problemas: el estado recauda y el ciudadano ingresa y ambos pueden gastar. Aquí la auténtica lucha es la prudencia, evitar la tentación de dilapidar. El dilema surge en las vacas flacas: ¿cómo mantener el estado del bienestar si los ingresos que lo hacen posible disminuyen? La respuesta la comentamos la próxima semana.
(artículo publicado en "El Día de Valladolid", 17 julio 2012)

miércoles, 11 de julio de 2012


NUEVA OPORTUNIDAD
Son estos unos tiempos de mucha incertidumbre. La crisis económica ha acabado con la seguridad del dinero, un dios que se ha demostrado falso. Aunque miremos a los otros y descarguemos sobre ellos las culpas (cada uno tiene su chivo expiatorio), en el fondo sabemos que cada uno de nosotros tiene su parte de responsabilidad en el culto a Mammon.

La adoración requiere de la fe. Y la fe es algo totalmente personal. Te la pueden transmitir tus padres, tu familia, tu entorno. Puede venir un predicador que la inculque, puedes escuchar a un agorero o a un ilusionista capaz de aparentar auténticos milagros o de dar duros a cuatro pesetas, puede que te engañen o te digan la verdad, pero eres tú (soy yo) quien tiene que dar  el sí quiero definitivo.
Durante los últimos años, casi todos hemos creído al dios Dinero y nos hemos refugiado en él, creyendo nuestra seguridad  era total. No es nada novedoso, ha pasado a lo largo de toda la historia y volverá a pasar. Y los que somos cristianos lo tenemos por seguro antes del Fin de los Tiempos: es lo que hará la Bestia del Anticristo.

Eso es otra historia. Lo que quería compartir hoy con ustedes es un poco de esperanza. Esa inseguridad, esa incertidumbre es dolorosa, para muchos casi terminal, desesperante. Pero no es así, al menso así lo creo. Saldremos de esta, y más fuerte si sabemos aprovechar las enseñanzas que nos trae.
En la debilidad se realiza la fuerza, te basta mi gracia, le dice Jesucristo a San Pablo cuando éste le pide que desaparezca su sufrimiento, su cruz. Este aguijón, como lo llama, es el que evita que se ensoberbezca, que se crea mejor e intocable, invencible. Eso es lo que nos ha llevado a la ruina: nos hemos creído mejores (cada uno sabe de que quien) y no hemos sido humildes.

La realidad nos vuelve a poner en nuestro sitio y se nos otorga una nueva oportunidad. Aprovechémosla y volvámonos realmente mejores desee la humildad de que somos débiles.
(artículo en "El Día de Valladolid", 10 de julio de 2012)

lunes, 9 de julio de 2012


COMO SANTO TOMÁS
Hoy es la fiesta del apóstol Santo Tomás, el que no creía que Jesucristo hubiera resucitado y el que, para rebatirles a los demás discípulos que le porfiaban que sí, les plantó: “Hasta que no vea sus llagas y meta mis dedos en ellas, no creeré”. Al final tuvo que creer porque se le apareció el Resucitado, al que reconoció como Señor y Dios. Les cuento esto porque muchos de nosotros hubiéramos actuado igual que santo Tomás si alguien nos hubiera dicho hace cuatro años (cuando comenzaba la crisis) que íbamos a ser campeones de fútbol en tres torneos consecutivos.

En ello pensaba el domingo viendo el partido con mis hijas. Miraba a mi hija pequeña que jaleaba a la selección cuando había goles (porque el resto del partido se entretenía peinándome) y me acordaba cuando yo era pequeño y mi deseo era ver ganar a España una Eurocopa o un mundial. Un deseo que se desvanecía con el gol de Krankl en Argentina (eso sí, me quedará para siempre una palomita extraordinaria de Miguel Ángel), el empate contra la Honduras del gran Gilberto en el mundial del Naranjito o el agujero bajo el cuerpo de Arconada en Francia.
Sin embargo, mi hija, que hará cinco años en septiembre, ha visto ganar dos Eurocopas y un Mundial. Es otro tiempo, con un país que ha crecido mucho, aunque tenga muchos problemas (como todos los países, no se crean). Pero también con muchas capacidades.  Y la manera de aprovecharlas también nos la señala la selección, la de todos y la de todas las regiones, cuya suman nos hace más grandes. Pero no sólo la de fútbol, también la de baloncesto, o la de waterpolo, o la de balonmano, o…

Y ese modo es la preparación personal, que afila las aptitudes individuales, la humildad, que permite el trabajo en equipo, y el esfuerzo y capacidad de sacrificio, para que se pueda alcanzar la meta superando las dificultades y los obstáculos. Y para que el engranaje de ese mecanismo funcione sin chirriar hace falta también un Gran Capitán. Para describirlo les daré solamente un nombre: Vicente del Bosque. Él sí cree.
(artículo publicado en "El Día de Valladolid", 3 de julio de 2012)

domingo, 24 de junio de 2012


DOY LAS GRACIAS

Doy las gracias a Dios por la vida, por cada día, por cada uno de los acontecimientos. Aunque en muchas ocasiones parece que nada merece la pena, que los problemas no tienen solución, que las dificultades son insalvables. Y más en los últimos tiempos en los que todas las noticias parecen malas, en los que uno se levanta con la esperanza de escuchar buenas nuevas y, sin embargo, por mucho que las busque no las encuentra.
A pesar de todo ello yo doy gracias por todo lo que Dios me da, por lo bueno que me acontece y también por lo malo que me sucede. No piensen que no sufro con el dolor, que no me duelen las contrariedades, que no me contrario con el sufrimiento. Lo hago como todo el mundo.  Y como todo el mundo me equivoco. Y como sé que yerro examinó mis acciones y lucho con mi orgullo y mi soberbia para no ceder a la tentación de excusar mis malas acciones y mis las actitudes.

Ese examen me ayuda a corregirme y también a tener una mejor perspectiva de los acontecimientos, lo que contribuye a un análisis más pausado y detenido de sus causas y efectos. Si unen eso a mi fe en Dios como creador de todo, en Jesucristo, su Hijo resucitado, y en el Espíritu Santo, guía y maestro de la Voluntad divina, entenderán que todo ese análisis se completa con la variable de la Providencia: la acción de Dios en el día a día.
Ha habido épocas en las que me he preguntado dónde estaba. Esas épocas oscuras, en las que no se encuentra el sentido de la vida, de lo que pasa, en las que sólo resuenan las mismas preguntas: ¿por qué me pasa esto?, ¿por qué?, ¿por qué a mí?, ¿cómo salir de esto? Mi reacción es rezar y esperar. Una espera activa, que mejore lo anterior o que sea más adecuado y oportuno. Pero sin que el ruido de la actividad me impida escuchar.

¿Qué espero escuchar? Espero escuchar, o ver, o tocar, o…, pongan el verbo que prefieran, lo que Dios quiere para mí, qué me dice  a través de esos acontecimiento, buenos o malos, alegres o dolorosos. Dicen que a los cristianos se les distingue porque  son capaces de discernir la Voluntad de Dios en los acontecimientos. Y les aseguro que en los míos siempre ha habido amor, aún en los más duros. Y soy feliz.
(artículo publicado en "El Día de Valladolid", 19 de junio de 2012)

sábado, 16 de junio de 2012


DULCE CONDENA
El otro día iba en el coche con mis hijas escuchando la radio. Cantaban Los Rodríguez su “Dulce condena”, esa canción en la que el estribillo comienza “no importan los problemas, no importa la solución”. Ya saben lo que pasa a veces con las letras de las canciones, que uno entiende una cosa diferente de lo que realmente es.  Y eso me sucedió a mí. Yo entendí que lo que importaba era la solución. Quizás también era que quería que dijera eso la letra. O más bien  que si yo hubiera escrito esa canción lo hubiera hecho de esa manera. Al menos en este momento de mi vida y de nuestra historia.

Creo que es muy importante no dejarse comer por los problemas, por muy graves que estos sean. No podemos ceder  ni  pasar de ellos. Creo que hemos de enfrentarnos a ellos y encontrar la mejor forma de solventarlos. Y si no acertamos en la solución seguir esforzándonos para hallarla, luchando porque los acontecimientos nos arrastren en su rumbo sino que los dirijamos nosotros para sacarles el máximo provecho.

Me dirán que qué provecho, qué beneficio, qué bien podemos sacar de una desgracia, de una catástrofe, de una crisis personal o general. Me dirán que el dolor del sufrimiento, de la pérdida, de la muerte (real o existencial) es tan intenso que es normal la inacción. Les diré que la intensidad del dolor es inevitable pero no la inacción. Más bien todo lo contrario.

No nos podemos volver unos quejicas ni unos abúlicos. Lamerse las heridas no mejora la situación. Hemos de actuar, aunque la solución implique nuevo sufrimiento y nuevo dolor, hemos de saber aprovechar las nuevas oportunidades aunque aparentemente parezcan no serlo.

Como cristiano que soy en estos casos me acuerdo de José, uno de los doce hijos de Jacob, que fue vendido por sus hermanos y acabó siendo administrador de todo Egipto y pudo salvar a su familia del hambre. Y sobre todo tengo presente que Jesús fue aparentemente vencido con su crucifixión. Pero su resurrección transformó una aparente derrota en una dulce condena.
(artículo publicado en  "El Día de Valladolid", 12 de junio de 2012)

domingo, 10 de junio de 2012


ESCRIBE DE LO QUE QUIERAS
(artículo en "El día de Valladolid", 5 junio 2012)

Hay ocasiones en que por mucho que uno quiera no le salen las palabras y cuesta encontrar una idea  sobre la que escribir. Eso me ha pasado hace un momento. Llevaba ya un rato sentado frente al ordenador y no acababa de visualizar el artículo. Aumentaba mi desasosiego sí que pregunté: “¿de qué escribo?” Fue mi hija pequeña la que contestó: “amo a mi papá, amo a mi mamá, pero escribe de lo que quieras”.
Así que la he hecho caso y escribiré de lo que quiera, aunque no se crean que es tan fácil. No siempre se puede expresar lo que uno quiere porque no siempre uno sabe lo que quiere. En estos difíciles tiempos  menos aún. O quizás no tanto. Quizás tenga razón mi hija y al final todo siempre resulta más sencillo de  lo que pensamos.

Claro que para que sea así hemos de simplificar nuestros deseos. A ella le resultaba todo simple y claro: quiere a sus padres,  ¿para qué más? Lo demás es secundario. Sin embargo, los mayores empezamos a ponerle peros al asunto. Sí, lo más importante es amar, pero mejor con éxito, y cuanto mayor mejor. Así que nos esforzamos en obtener  más dinero, más reconocimiento, más cosas. Y cuanto más grandes mejor.
No creo que haya nada malo en querer mejorar, en ofrecer una vida mejor a los tuyos y a ti mismo. ¿Cómo saber que se ha convertido en algo perjudicial? Si pasa el examen de la proporcionalidad, del equilibrio. El esfuerzo que hagamos ha de ser proporcional al objetivo y el resultado que perseguimos y que obtenemos.  Estar un mes sin ver a tus hijos por conseguir que en tu trabajo te den una palmada en la espalda no es lo mismo que estar un mes lejos de tu familia para lograr salvar a tu empresa de la quiebra.

Es una distinción que se presenta diáfana sobre el papel pero que luego no es tan clara en medio de los acontecimientos. Por eso decía antes que no es tan fácil saber lo que uno quiere. El mal se nos enreda muy a menudo en nuestras acciones y nos confunde. Por eso es bueno pararse de vez en cuando y examinarnos por dentro. Ver si escribimos lo que queremos o si alguien nos ha torcido la línea. Pero no desesperen nunca, que Dios escribe con renglones torcidos. 

sábado, 2 de junio de 2012


DE FIESTAS
(artículo en "El Día de Valladolid" 29 mayo 2012)
Aunque en estos tiempos que corren no es muy común hablar de fiestas, es de lo que les voy a hablar. La situación está realmente difícil y precisamente no para muchas fiestas, especialmente para aquellos en los que los problemas están golpeando con más fuerza, dejándoles sin apenas recursos, incluso en la miseria. Pero la gravedad de la crisis no puede impedir que celebremos los momentos importantes de la vida.
La cuestión radica en nuestra concepción de la fiesta. Evidentemente es un acontecimiento que ha de ser diferente de la habitual pero no ha de ser necesariamente ostentoso ni despilfarrador. La imagen que nos ha quedado de estos años de bonanza es que las fiestas hay que celebrarlas por todo lo alto, con traca final y descorche de champán.  Aunque sabemos a ciencia cierta que las celebraciones más espectaculares no son siempre las mejores y ni siquiera las que más disfrutamos.

No me digan que algunos de sus mejores momentos no han sido los más baratos. Quizás tomando unas cañas y unos pinchos con los amigos o con la familia. Puede que con una comida sencilla, improvisada, sin alta cocina pero sí con gran amor y  intensa comunión. O simplemente pasando un día en el campo con unas tortillas, unos filetes empanados, una sandía y un poco de vino o unas cervezas.

Lo que quiero decir es que no hace falta tener mucho para celebrar una gran fiesta. La fiesta verdadera nace del corazón, del hecho de compartir con aquellos que festejas, en la comunión y el buen ambiente, en el espíritu abierto y benevolente, en el destierro del prejuicio y de la murmuración. Y para eso da igual que seamos pobres o ricos, que estemos en crisis o en supercrecimiento.

Y también es verdad que necesitamos ir de fiesta y tener días festivos para disfrutar con los nuestros y reponernos de las preocupaciones y trabajos cotidianos. Y más necesario es aún ahora. Porque para salir de esta tenemos que tener un espíritu optimista y esperanzado. Y para ello nos tenemos que liberar de tanto pesimismo y del peso de tanta pena. El mejor antídoto son unas risas compartidas y la experiencia de que en medio de la oscuridad existe también la luz.

sábado, 26 de mayo de 2012


RAYOS DE ESPERANZAS
(artículo en "El Día de Valaldolid", 22 mayo 2012)

Parece que hemos bajado a los infiernos y que no se vislumbra ningún rayo de esperanza, a pesar de lo que diga el ministro de Economía, Luis de Guindos; frase que nos recuerda tanto a esa otra ya tan famosa de los brotes verdes. Llevamos unos días oscuros, que parecen ennegrecerse por momentos. Intervenciones bancarias, desconfianza hacia sus balances, fuertes pérdidas en las bolsas.
Y cuando se produce una buena noticia enseguida viene alguien a pintarlo todo de  nuevo de negro. Se alcanza un acuerdo que se anunciaba problemático, el de los planes de ajuste de las Comunidades autónomas, y a las horas viene alguien de Europa a aguarnos la fiesta y apagar las luces. Primero Eurostat diciendo que el déficit es mayor ( ¿es algo novedoso e inesperado?) y luego el nuevo presidente francés afirmando que los bancos españoles necesitarán un rescate (curioso que sea durante el G-8 y con el anuncio de una cumbre Francia-Alemania-Italia; ¿Italia no tiene problemas ya?).

A veces me da la sensación de que alguien está empeñado, para tapar sus propias miserias, en que estemos a oscuras, que esa oscuridad nos aterrorice, que ese terror, por su prolongación en el tiempo, no desespere, que esa desesperación no vuelva inactivos y que esa abulia nos haga permanecer para siempre en los infiernos.
Quizá sean sólo imaginaciones pero si no los son tampoco me preocupa. Sí me preocupa que caigamos en el engaño y nos amilanemos. Cierto que esta crisis está agotando nuestras fuerzas, que todo los que se hace, personal o colectivamente, no da los frutos esperados, que todos dicen que estamos más muertos que vivos. Pero lo importante es no desesperar y no cejar en el empeño. Sin esperanza si estaremos muertos.

Como cristiano no temo a los infiernos. Dice el credo que Jesús descendió a los infiernos para resucitar a los justos. Y sé por experiencia que también está conmigo en mis infiernos personales y que de ellos me ha sacado y me saca. Lo único que lo puede impedir es la desesperación, la negación de que se puede salir. Confiemos, luchemos, afirmémonos. De aquí hasta la vuelta del verano nos lo jugamos todo, la crisis hará crisis y se inclinará al desastre o la curación. Creo que saldremos de los infiernos aunque le pese a muchos. Siempre hay rayos de esperanza.

domingo, 20 de mayo de 2012


RESISTENCIA, PACIENCIA Y PRUDENCIA
(artículo en "El Día de Valladolid" 15-mayo-2012)

En alguna otra ocasión creo que ya les he hablado del imperio del clima. Según Montesquieu los gobiernos estaban determinados por diferentes factores, el primero de ellos el clima. Es claro que el clima influye en nuestra vida y nuestras decisiones y nuestro estado de ánimo se ven afectados por el calor, el frío, la lluvia o la niebla. Pero no creo que lo haga de forma inevitable ni  irremediable. La última palabra la tenemos nosotros   si tenemos voluntad y no sólo apetencias.

Y en esta tierra nuestra somos ciclotímicos. Igual que el verano y el invierno llegan de golpe y sin aviso, igual que hoy por la noche estamos encendiendo la calefacción y mañana por la mañana estamos con el aire acondicionado. Nos dan subidones que nos hacen creernos los mejores del mundo y bajones que nos llevan a flagelarnos porque creemos que nos valemos para nada de provecho.

Ni tanto ni tan calvo. Tenemos nuestras carencias y nuestras virtudes. Como todos los pueblos del mundo. Además podemos mejorar, no sólo empeorar. Este es nuestro mayor problema. Al igual que nos creemos a pies juntillas que somos los mejores, que vamos a acaparar la final de la liga de campeones y que nuestro sistema financiero es el mejor del mundo, nos convencemos muy fácilmente de que esto es más negro de lo que es y que la tormenta que soportamos es la del Juicio Final.

Hemos de ser más resistentes, más pacientes y más prudentes. Sobre todo esto último. Hay que hablar lo justo. No para alardear ni para lamentarnos, sí para ser realistas y definir un plan de acción conjunto y ajustado a las posibilidades actuales y a las necesidades futuras. Luego ponerse manos a la obra sin desalentarnos y sin pavonearnos. Aunque no estará de más saber vender nuestro lado bueno porque nuestros rivales y enemigos ya se encargarán de destacar nuestras verrugas y debilidades.

Después, que los hechos hablen por nosotros. Decir que eres el primero no te convierte en líder. El liderazgo se desempeña.

martes, 8 de mayo de 2012


LO IMPORTANTE NO ES PARTICIPAR
(Publicado en El Día de Valladolid, 8-05-2012)
Lo importante no es ganar pero tampoco participar. No se escandalicen. Digo que lo importante no es participar porque estar por estar tampoco vale para nada. Lo verdaderamente importante en cualquier momento de la vida es ser mejor cuando concluye.

 He visto este fin de semana la película “Acero puro”. No es una obra maestra del cine pero sí es una película digna y entretenida. Pero, sobre todo, es grande por su mensaje. No teman que les destripe el argumento porque aquellos de ustedes que la hayan visto entenderán a lo que me refiero. Sólo señalaré que la satisfacción se encuentra en la victoria personal del protagonista, en la superación de sus temores, de sus debilidades, en la detención de la huida.

Esto es fundamental. Todos somos cobardes y tendemos a esquivar los problemas. Si estos nos persiguen, huimos. Todos sabemos que por mucho que corramos, ellos corren tanto o más que nosotros y terminan por alcanzarnos. La cuestión es que en esa huida hemos agotado nuestras fuerzas y cuando ya es irremediable el enfrentamiento estamos tan débiles y tan hastiados que nos vencen.

Entonces pensamos que mejor hubiese sido haber luchado al principio. Y realmente eso hubiese sido lo mejor. En esas situaciones sólo nos queda rezar para encontrar un motivo que nos revigorice, que nos anime a luchar. Y siempre hay alguno. Cada uno tiene el suyo. Yo creo en Dios y en su hijo, Jesucristo, resucitado. Y amo a los míos.

Pero antes hay que reconocerse a uno mismo, saber quién soy y lo que puedo alcanzar. Después mirar al enemigo, identificarlo y, una vez determinados sus puntos débiles y señalados unos objetivos, luchar y trabajar para conseguirlos. Aunque por el camino se bese varias veces la lona. La caída no es el final, lo es no levantarse.

Si  alcanzamos la cima o no, es secundario. Como poco estaremos más altos y habremos triunfado si somos mejores. En la lucha hay esperanza de triunfo pero el triunfo no es siempre ganar, ni siquiera participar es ser ya mejores por estar luchando. Ya se ganará.

martes, 24 de abril de 2012


MIRAR AL CIELO
(artículo publicado en "El Día de Valladolid" , 24 de abril de 2012)

Ya no miramos al cielo, sólo a la tierra. Llevados por la crisis, que acentúa el individualismo y la preocupación por lo material, nos olvidamos de levantar la mirada. Ya no buscamos lo que hay más allá del horizonte, sólo agachamos la cabeza para evitar tropezar con la siguiente piedra y poder encontrar la siguiente raíz que llevarnos a la boca. Es algo muy legítimo pero que a la larga más que solucionar el problema nos encadena a él.
La altura de miras es consustancial al hombre, es el verdadero mecanismo que nos ha permitido  progresar. Si nuestros antepasados se hubieran limitado a lamentarse por la escasez de alimento y se hubieran puesto a dar vueltas en busca de las últimas raíces en lugar de lanzarse a una nueva vía, a probar la carne en lucha con otros animales, seguramente nos hubiéramos extinguido.

Es cierto que las crisis nos limitan y nos atenazan, porque el miedo a la incertidumbre del futuro también nos acompaña toda la vida. Pero frente al miedo poseemos la capacidad de imaginarlo, de soñarlo y de luchar por hacerlo realidad, buscando nuevas fronteras. Eso es lo que nos ha llevado a pisar la luna después de mirar las estrellas y preguntarnos qué serán y cómo podríamos acercarnos a ellas.
Esta semana hemos vivido un suceso simbólico del fin de una etapa, que puede ser síntoma de la actual etapa de la humanidad. El trasbordador Discovery, sobre un Boeing 747 de la NASA, volaba hacia un museo. Los grandes viajes al espacio, la nueva frontera del espíritu humano, seguirá cerrada. Y lo peor, ya no lucharemos por traspasarla, nos conformaremos con enviar algunas misiones a la estación espacial y algunos robotes a Marte. Los sueños de Julio Verne ya no se cumplirán.

Nos falta ilusión, sólo queremos sobrevivir  buscando la última raíz, nos conformamos con  no empeorar, ya no nos asombramos ante la majestuosidad de las estrellas, ya no aspiramos a alcanzar la Luna. Ya no miramos el cielo.  

martes, 17 de abril de 2012


CAPITALISMO SIN HUMANIDAD
El otro día estuve viendo la serie “Eli Stoner”. Trata de un agresivo abogado al estilo estadounidense que comienza a tener visiones, no se sabe muy bien si por disposición divina o causadas por el aneurisma que padece, que le mueven a defender causas perdidas, algunas contra su propio bufete de abogados, uno de esos de clientes de altos vuelos. El protagonista, Eli, puede actuar sí, a pesar de sus excentricidades, porque el presidente del bufete se lo permite lo que le acarrea que una socia lo utilice para deponerle de la presidencia.

Y lo consigue momentáneamente, aunque esa es otra historia. A lo que yo quería ir es al enfrentamiento por la presidencia. La socia ambiciosa, cofundadora de la empresa, acusa al presidente de perder la confianza de los grandes clientes de jugosas cuentas por su debilidad hacia Eli. El presidente argumenta que unos se han ido pero otros han entrado y que algunos de los inversores volverán cuando vean que es un bufete con corazón. A eso la socia traidora le acusa de traicionar  la idea fundacional del bufete: atender a las grandes fortunas y ganar dinero. El presidente le contesta: “el capitalismo sin humanidad es lo peor de todo”.

En esta confrontación nos encontramos también nosotros con esta crisis. Nos debatimos entre el miedo a perder a nuestros clientes, a nuestros inversores, un nivel y un estilo de vida entre los grandes y el imperativo moral de sostener a los más débiles de nuestra sociedad. Nos dicen que hemos de dejarles a su suerte si queremos salvarnos. No se dan cuenta de que el sálvese quien pueda es sólo el camino directo a la perdición.

Ahora, en crisis, es cuando menos hemos de renunciar a nuestros valores: la verdad, la caridad, la justicia y el bien común. En ellos está la dignidad de todos y cada uno de nosotros. Sin dignidad no hay esperanza, sin esperanza no hay futuro. Empecemos por la verdad: reconozcamos cada uno nuestros errores, asumamos la realidad, fijémonos un plan de acción serio, aceptemos los sacrificios y los contratiempos y actuemos convencidos de que podemos mejorar. Dice el salmo: si Dios está conmigo a quien temeré

Artículo publicado el 17 de abril en El Día de Valladolid

lunes, 16 de abril de 2012

La expropiación de YPF es una piedra de toque de las capcidades de España. Va a medir nuestra capacidad de respuesta,  nuestra capacidad de tener y buscar aliados, nuestra capacidad de hacernos respetar. La decisión de la presidenta de Argentina nos va a ofrecer un retrato de nuestro peso en el mundo.  Eso es lo importante: aprovechar para concoernos a nosotros mismos para poder mejorar. No se puede caer en el victimismo ni en la afrenta. Hemso de defender nuestros intereses, en este caso centrados en una de nuestra multinacionales Repsol, pero sin alardes ni prisas ni alaracas. Con paciencia y templanza, con seriedads y cálculo, con sagacidad y humildad.

domingo, 15 de abril de 2012

LA BENDICIÓN DE LOS PINARES

Dios da grandes beneficios por medio de lo pequeño y cotidiano. Es una máxima que deberíamos de acordarnos más en la vida. Seríamos bastante más felices pues no viviríamos en la insatisfacción continua  del que sólo espera llegar a las grandes metas y no disfruta de los que se va encontrando en el camino. Precisamente esos elementos y sucesos menores o habituales son los que nos dan fuerza para avanzar en el recorrido. Y hacerlo de buen humor también ayuda a andar más ligero, avispado y atento.

Al menos así  lo creo yo después de pasar este domingo en el campo. Más bien en uno de los pinares que nos rodean. Una bendición en la que no solemos fijarnos porque forman parte de nuestro paisaje habitual. Eso nos hace minusvalorarlos cuando ya quisieran en muchos lugares tener la posibilidad de pasear, comer o jugar por un pinar a tan sólo diez minutos de casa. Y no hablamos de un parque, ni siquiera de uno de los grandes, sino de hectáreas y hectáreas que dan sentido a ese nombre que algunos les dan tras contemplarlos desde algún cerro o algún otero: los mares verdes de Castilla.
Sí que son un océano de oportunidades de diversión y disfrute. Sino pregúntenselo a mis hijas. Han visto un largo desfile de orugas procesionarias (que les han parecido feísimas), se han llenado las manos de resina recogiendo piñas, se han peleado con ellas para sacar los piñones, las han soltado porque la asustaba algún gusano o araña ocultos, han corrido, han saltado y han sido felices. Sobre todo eso: han sido felices.

No han necesitado grandes inventos o las últimas novedades de moda. Solamente les ha hecho falta curiosidad, apertura mental y capacidad de sorpresa para disfrutar con lo que se  les aparecía, con lo que les explicaba, con lo que les sugería la imaginación al ver una forma de un pino, de una piedra o la huella de unos cascos de caballos. No hace falta más para ser feliz. Disfrutar con lo que Dios nos da cada momento, por muy pequeño,  insignificante o absurdo que nos parezca. En ello siempre se puede encontrar una gota (o muchas) de felicidad. Sólo hay que abrir la piña para encontrar el piñón.     

sábado, 14 de abril de 2012


LAS TRADICIONES





Quizás sea que me estoy haciendo viejo, que también. O quizás sea que el paso del tiempo me da diferentes perspectivas de los mismos acontecimientos, que seguro. O quizás sea que tener hijos ilumina, orienta la brújula de la vida al norte de la transmisión, de la enseñanza, del futuro, que por supuesto. Sea lo que sea, lo cierto es que cada vez me preocupan más las tradiciones, que perduren  y que lo hagan para los míos de la manera en que yo lo he vivido.

Porque también es cierto que una misma costumbre tiene tantas variantes como personas las experimentan. Eso es lo maravilloso: son tantas las variables que  pueden entrar en la ecuación, desde la personalidad y el momento vital hasta la geografía y el momento histórico, que su resolución mantiene un mismo resultado común que se expresa en distintos matices.

Esta reflexión surge de la carga tradicional que engendran en su interior estos días de la Cuaresma y la Semana Santa y en cómo transmitirla. Hay tradiciones diferentes en la celebración de la fe, modos de vivir y expresar lo experimentado al creer que Dios se encarnó para abrirnos el cielo gracias a la donación de su vida en la cruz y su resurrección, muestra de su amor al hombre.

Lo podemos vivir en la liturgia religiosa que se expresa en las distintas procesiones, en las diferentes actitudes de acerarse a los ritos, en la transmisión de esa creencia. Pero también en lo cotidiano, en los hábitos de vida. Ahí está la abstinencia de carne en viernes que crea los platos típicos de esta época. Y sus dulces. En cada familia unos.

Al menos hasta ahora. Porque creo que lo vamos perdiendo. Perdemos el portaje de vigilia de toda casa, el bacalao con tomate de mi suegra, el chocolate con suizos del viernes santo de mi abuela, los huesillos del miércoles de ceniza de mi madre. Miro a mis hijas y me asusta que no lo vivan. Saborearán el roscón de Reyes en Semana Santa pero no paladearán el sabor a hogar. Se lo perderán y en esa pérdida irán sus lazos con su familia. Creo que eso es lo que me anima a recuperar ciertas tradiciones, que me unen a los míos, a mis progenitores, a mi historia. A mí mismo en definitiva.