martes, 6 de mayo de 2014


NO ESCONDERSE

El otro día una de mis hijas abrió el frigorífico. Quería un yogur, lo buscó e intentó alcanzarlo. Pero estaba muy metido en la balda así que buscó apoyo en ella para impulsarse y alcanzarlo. Ya se imaginan ustedes lo que sucedió a continuación: la balda se venció, los yogures cayeron, algunos estallaron y su contenido se esparció por el suelo. El susto que se llevó fue tremendo y mi enfado también. Su reacción fue marcharse y esconderse debajo de la trona de su hermana pequeña.

Cuando la vi intentando ocultarse allí, me dio un vuelco el corazón. Ocultarse no era la solución. Si adopta esa actitud por costumbre los acontecimientos van a poder con ella y todos sabemos que la vida es muy dura y que hay que saber resistir en medio de las tempestades. Y hacerlo sin quebrarse. Además estaba lo de asumir los errores y las cosas mal hechas. Ya estaba avisada en muchas ocasiones que no se apoyase en la balda porque podía ocurrir lo que al final había sucedido.

Así que fui a hablar con ella. Lo primero era que saliera de su escondite, luego explicarle algunas cuestiones para que le quedaran claras dos ideas.  Cuando uno hace algo mal o simplemente se equivoca, hay que reconocerlo, ante sí y ante los demás, y aceptar las consecuencias. Esta es la primera liberación. Luego asumir el trabajo o el sufrimiento que esto suponga, corregirse y mejorar y, sobre todo, no auto castigarse. No se trata de destruirse sino de construirse y crecer como personas desde las caídas y los errores. Esa es la segunda liberación.

Creo que esto es la auténtica valentía aunque reconozco que se plantea la cuestión de dónde sacar las fuerzas. Aquí siempre me vienen las palabras de nuevo santo Juan Pablo II: “¡No temáis!¡Abrid las puertas a Cristo!” Yo de ahí saco las fuerzas, en ello tengo la experiencia de que de la muerte de mis errores y pecados puedo renacer, resucitar. Sé  que  el perdón y la redención son posibles y que el saberme perdonado me permite perdonarme a mí mismo y a los demás. Ya no tiene poder sobre mí el miedo. Sin temor hay esperanza.
( artículo en "El Día de Valladolid", 6 de mayo de 2014)