domingo, 23 de septiembre de 2012


METAFÍSCA

Al final el relleno no era tan sólo relleno, el ADN basura no era basura, el 98’5% del ADN no eran una decoración del otro 1’5%, los genes. El descubrimiento, hecho público hace unos días, cambia los presupuestos sobre los que hasta ahora se basaba la ciencia genética. También nos sirve como punto de reflexión sobre lo que realmente es la ciencia y su alcance.

La primera cuestión que me plantea este avance es que en ciencia siempre hay que seguir preguntando. No podemos dar por definitiva ninguna interpretación de la realidad. Ya pasó cuando Descartes sobrepasó la escolástica, cuando Newton fue más allá del modelo cartesiano, cuando las leyes newtonianas fueron superadas por la Relatividad de Einstein, cuando en el futuro las posibilidades cuánticas nos den otra descripción del universo, que se sume y complete las que ya tenemos.

El segundo aspecto de reflexión es que la ciencia no es absoluta. Según vamos adentrándonos en la realidad descubrimos nuevas maneras de percibirla y de profundizar en ella. Es uno de los grandes instrumentos de los que disponemos para progresar en el conocimiento y, por tanto, como personas y sociedad. Pero no da la última explicación de lo que es el hombre y el mundo, aunque si es la mejor criba  para supersticiones y engaños. 

Que tras la grandeza del ADN que conocíamos se esconde una mayor grandeza que apenas vislumbramos y aún desconocemos es la tercera y más importante consecuencia del descubrimiento. La vida es más que nuestro mundo chato, que la mera materialidad, que nuestros esquemas y conceptos inmóviles. La Creación es tan sorprendente y maravillosa que deberíamos vivir en un continuo asombro y agradecimiento.
Creo que eso también nos ayudaría a ser mejores unos con los otros. Supongo que es una de las cosas que dejamos en el paraíso, una de las heridas que nos ha dejado el pecado original: nuestra dificultad para ver más allá, para contemplar lo que hay detrás de la física, para la metafísica.

Artículo publicdo en "El día de Valladolid", 11 de septiembre de 2012

sábado, 15 de septiembre de 2012


COMENCEMOS CON ALEGRÍA
Ya está aquí el mes de septiembre y, aunque algunos aún disfruten de vacaciones, que espero que sean como las imaginaban, comenzamos un nuevo curso. Comenzamos todos, los estudiantes y profesores y también el resto, padres y no padres. Porque nuestra  sociedad no se mueve tanto por el fin e inicio oficial de los años como por el término de las vacaciones estivales y el regreso a la actividad, lectiva para unos y laboral para otros.

En Valladolid tenemos la suerte de que el regreso lo suavizamos con las fiestas. Es una buena manera de comenzar y de terminar, es una oportunidad para reencontrarnos todos y hacerlo en un ambiente distendido y propicio para compartir. ¡Y qué mejor que compartir bebida y comida, bien en la Feria de Día, bien en las Casetas Regionales, en el bar de toda la vida o en un restaurante con la familia y o los amigos!

Ya sé que andamos más achuchados  y que muchos ya se alegrarían si pudieran decir que están achuchados. Pero por eso hablo de compartir. No podremos alternar tanto como antes pero no se trata tanto de la cantidad. Lo importante es compartir lo que tenemos, principalmente con los que no lo tienen. Y si no nos da para diez, disfrutemos de los siete, de los cinco o de uno.

Disfrutar conjuntamente de lo poco, con una sonrisa y sin lamentos por lo que no hay, nos alegrará el alma y fortalecerá nuestro espíritu. Y necesitaremos esa energía para afrontar con éxito la dureza de los próximos meses. Este curso será muy difícil y necesitamos tener limpio el entendimiento, dispuesto el discernimiento y  fuerte la voluntad.

Esos depósitos se llenan con la alegría de ahora, del reencuentro y de la comunión. Y a los que somos creyentes nos ayuda mucho la oración. Aprovechemos pues para cargar las alforjas que nos abastezcan durante  la travesía. Disfrutemos de estas fiestas, como se suele decir, en amor y compañía. Ganaremos más.
Artículo publicado en "El Día de Valladolid", 4 septimbre 2012