METAFÍSCA
Al final el relleno no era tan sólo relleno, el ADN basura no era basura, el 98’5% del ADN no eran una decoración del otro 1’5%, los genes. El descubrimiento, hecho público hace unos días, cambia los presupuestos sobre los que hasta ahora se basaba la ciencia genética. También nos sirve como punto de reflexión sobre lo que realmente es la ciencia y su alcance.
La primera cuestión que me plantea este avance es
que en ciencia siempre hay que seguir preguntando. No podemos dar por
definitiva ninguna interpretación de la realidad. Ya pasó cuando Descartes sobrepasó
la escolástica, cuando Newton fue más allá del modelo cartesiano, cuando las
leyes newtonianas fueron superadas por la Relatividad de Einstein, cuando en el
futuro las posibilidades cuánticas nos den otra descripción del universo, que
se sume y complete las que ya tenemos.
El segundo aspecto de reflexión es que la ciencia no
es absoluta. Según vamos adentrándonos en la realidad descubrimos nuevas
maneras de percibirla y de profundizar en ella. Es uno de los grandes
instrumentos de los que disponemos para progresar en el conocimiento y, por
tanto, como personas y sociedad. Pero no da la última explicación de lo que es
el hombre y el mundo, aunque si es la mejor criba para supersticiones y engaños.
Que tras la grandeza del ADN que conocíamos se
esconde una mayor grandeza que apenas vislumbramos y aún desconocemos es la
tercera y más importante consecuencia del descubrimiento. La vida es más que
nuestro mundo chato, que la mera materialidad, que nuestros esquemas y
conceptos inmóviles. La Creación es tan sorprendente y maravillosa que
deberíamos vivir en un continuo asombro y agradecimiento.
Creo que eso también nos
ayudaría a ser mejores unos con los otros. Supongo que es una de las cosas que
dejamos en el paraíso, una de las heridas que nos ha dejado el pecado original:
nuestra dificultad para ver más allá, para contemplar lo que hay detrás de la
física, para la metafísica. Artículo publicdo en "El día de Valladolid", 11 de septiembre de 2012