domingo, 4 de noviembre de 2012


ERASE UNA VEZ
Érase una vez una serie que así se titulaba y hacía honor a su nombre. Bueno quizás lo llevaba un poco más allá pues era un cuento sobre los mismos cuentos. El cuento del qué pasaría si Blancanieves, el príncipe, los enanitos, la malvada madrastra bruja y otros habitantes del Reino de las Maravillas dejasen la Fantasía y les obligasen a vivir en el mundo real.  Quién sería quién y cómo se comportarían en un pueblo, cuál sería la profesión de cada cual si no supiesen quiénes eran en su otra vida.

Es una interesante reflexión sobre el bien y el mal, el amor y el odio, sobre las razones y sentimientos que mueven a los hombres. Evidentemente la premisa de la que parte  es que en la vida real los finales felices no predominan y que para triunfar hace falta la maldad, siquiera una pizca, o al menos hacer un pacto con el demonio, que, por supuesto, lo va a cobrar a más que a precio de oro (una lección que enseñan algunas de nuestras leyendas populares lamentablemente ya olvidadas).

Realmente ese es el dilema que plantea la serie: ¿cómo puede vencer el Bien al Mal sin ser malo? Y aún así sucede que cuando los buenos utilizan algún atajo cuestionable éticamente también pierden. Más que eso, los malos se vuelven más poderosos. Con lo cual la pregunta se vuelve más acuciante y menos resoluble. ¿Cómo vencer al Mal con el Bien?

No sé cuál es la respuesta que darán los guionistas (hoy intentaré ver otro par de capítulos), pero sí que sé cuál daría yo si mis hijas me lo preguntasen. La fidelidad y la paciencia. Sé que son dos valores denostados en la actualidad. Tenemos muchas justificaciones para no ser fieles y leales a nuestros compañeros, a nuestros amigos, a nuestra familia. ¿Por qué voy a dejar de realizarme por unos lazos que sólo me atan?  ¿No les recuerda a la tentación de la manzana?     

Y de la paciencia, ¿qué les voy a decir? Todo hay que hacerlo y tenerlo para ya, sino es para antes de ayer. Sin embargo, por muy acelerados que seamos, cada fruto madura a su tiempo y si lo cortamos antes sólo nos va a saber agrio y verde. “La paciencia todo lo alcanza”, dice Santa Teresa. Y sólo Dios basta.
(artículo en "El Día de Valladolid", 23 octubre 2012)

No hay comentarios:

Publicar un comentario