martes, 17 de abril de 2012


CAPITALISMO SIN HUMANIDAD
El otro día estuve viendo la serie “Eli Stoner”. Trata de un agresivo abogado al estilo estadounidense que comienza a tener visiones, no se sabe muy bien si por disposición divina o causadas por el aneurisma que padece, que le mueven a defender causas perdidas, algunas contra su propio bufete de abogados, uno de esos de clientes de altos vuelos. El protagonista, Eli, puede actuar sí, a pesar de sus excentricidades, porque el presidente del bufete se lo permite lo que le acarrea que una socia lo utilice para deponerle de la presidencia.

Y lo consigue momentáneamente, aunque esa es otra historia. A lo que yo quería ir es al enfrentamiento por la presidencia. La socia ambiciosa, cofundadora de la empresa, acusa al presidente de perder la confianza de los grandes clientes de jugosas cuentas por su debilidad hacia Eli. El presidente argumenta que unos se han ido pero otros han entrado y que algunos de los inversores volverán cuando vean que es un bufete con corazón. A eso la socia traidora le acusa de traicionar  la idea fundacional del bufete: atender a las grandes fortunas y ganar dinero. El presidente le contesta: “el capitalismo sin humanidad es lo peor de todo”.

En esta confrontación nos encontramos también nosotros con esta crisis. Nos debatimos entre el miedo a perder a nuestros clientes, a nuestros inversores, un nivel y un estilo de vida entre los grandes y el imperativo moral de sostener a los más débiles de nuestra sociedad. Nos dicen que hemos de dejarles a su suerte si queremos salvarnos. No se dan cuenta de que el sálvese quien pueda es sólo el camino directo a la perdición.

Ahora, en crisis, es cuando menos hemos de renunciar a nuestros valores: la verdad, la caridad, la justicia y el bien común. En ellos está la dignidad de todos y cada uno de nosotros. Sin dignidad no hay esperanza, sin esperanza no hay futuro. Empecemos por la verdad: reconozcamos cada uno nuestros errores, asumamos la realidad, fijémonos un plan de acción serio, aceptemos los sacrificios y los contratiempos y actuemos convencidos de que podemos mejorar. Dice el salmo: si Dios está conmigo a quien temeré

Artículo publicado el 17 de abril en El Día de Valladolid

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