CAPITALISMO SIN HUMANIDAD
El otro día estuve viendo la serie “Eli Stoner”.
Trata de un agresivo abogado al estilo estadounidense que comienza a tener
visiones, no se sabe muy bien si por disposición divina o causadas por el
aneurisma que padece, que le mueven a defender causas perdidas, algunas contra
su propio bufete de abogados, uno de esos de clientes de altos vuelos. El
protagonista, Eli, puede actuar sí, a pesar de sus excentricidades, porque el
presidente del bufete se lo permite lo que le acarrea que una socia lo utilice
para deponerle de la presidencia.
Y lo consigue momentáneamente, aunque esa es otra
historia. A lo que yo quería ir es al enfrentamiento por la presidencia. La
socia ambiciosa, cofundadora de la empresa, acusa al presidente de perder la
confianza de los grandes clientes de jugosas cuentas por su debilidad hacia
Eli. El presidente argumenta que unos se han ido pero otros han entrado y que
algunos de los inversores volverán cuando vean que es un bufete con corazón. A
eso la socia traidora le acusa de traicionar
la idea fundacional del bufete: atender a las grandes fortunas y ganar
dinero. El presidente le contesta: “el capitalismo sin humanidad es lo peor de
todo”.
En esta confrontación nos encontramos también
nosotros con esta crisis. Nos debatimos entre el miedo a perder a nuestros
clientes, a nuestros inversores, un nivel y un estilo de vida entre los grandes
y el imperativo moral de sostener a los más débiles de nuestra sociedad. Nos
dicen que hemos de dejarles a su suerte si queremos salvarnos. No se dan cuenta
de que el sálvese quien pueda es sólo el camino directo a la perdición.
Ahora, en crisis, es cuando menos hemos de renunciar
a nuestros valores: la verdad, la caridad, la justicia y el bien común. En
ellos está la dignidad de todos y cada uno de nosotros. Sin dignidad no hay
esperanza, sin esperanza no hay futuro. Empecemos por la verdad: reconozcamos
cada uno nuestros errores, asumamos la realidad, fijémonos un plan de acción
serio, aceptemos los sacrificios y los contratiempos y actuemos convencidos de
que podemos mejorar. Dice el salmo: si Dios está conmigo a quien temeré
Artículo publicado el 17 de abril en El Día de Valladolid
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