CUENTO DE VERANO III
Por muy prevenido y prudente que sea alguien, el
enemigo siempre puede sorprenderle. Eso no se ha de traducir en vivir
obsesionado porque sería ya una victoria del enemigo. Simplemente tenemos que
estar preparados para enfrentarlo donde y cuando menos se espera. Laura y Lucía
no sabían este principio y fueron sorprendidas. En cambio la criatura que las
guiaba, que lo tenía presente, no. Al menos no del todo. Sucedió así.
Mientras
seguían la ruta que les conduciría hasta Proteo, las niñas no hacían más que
detenerse, tanto porque las maravillaba lo que veían como porque dudaban de la
historia que les iba contando la criatura. Esta estaba más atenta a explicarse
que a lo que sucedía alrededor y no
percibió el silencio en el que se adentraron
al descender hacia un pequeño valle. No se escuchaba nada, ni siquiera
sus propias pisadas sobre la senda que les encaminó hacia un pinar. Allí les
envolvió una niebla repentina, que ahora sí sobresaltó a la criatura: “¡Floyis!”
“¿Quiénes?”, preguntaron las niñas. Por respuesta
les llegó un aviso: “¡No os separéis!. Todos juntos, en grupo, no pueden con
una comunidad. Buscan separaros. Atacan en la soledad”. Pero no sirvió de nada.
La niebla de los floyis ya había conseguido su objetivo. Laura y Lucía, confundidas,
se alejaron guiadas por unas voces que parecían cálidas en medio del frío de la
niebla y la soledad. Confiadas en esas
voces que les prometían satisfacer todos sus gustos, sus anhelos, sus
apetencias, quedaron atrapadas.
Laura se vio subida a una montaña de chocolate y
chucherías. Estaba asustada, lo que acrecentaba el hambre que tenía. Las voces
la incitaban a comer. Eran su debilidad y eran muy apetecibles. Cogió la
primera chocolatina y no pudo parar. La montaña no dejaba de crecer y ella se
hundía cada vez más. Gritó, y su grito llegó a su hermana. Lucía sabía que
tenía que ayudarla pero cómo. Había
caminado y caminado y le apetecía
sentarse. Y se sentó. El terreno se hundió como un colchón. Era confortable,
apetecía dormir, soñar. Y se adormiló.