sábado, 16 de junio de 2012


DULCE CONDENA
El otro día iba en el coche con mis hijas escuchando la radio. Cantaban Los Rodríguez su “Dulce condena”, esa canción en la que el estribillo comienza “no importan los problemas, no importa la solución”. Ya saben lo que pasa a veces con las letras de las canciones, que uno entiende una cosa diferente de lo que realmente es.  Y eso me sucedió a mí. Yo entendí que lo que importaba era la solución. Quizás también era que quería que dijera eso la letra. O más bien  que si yo hubiera escrito esa canción lo hubiera hecho de esa manera. Al menos en este momento de mi vida y de nuestra historia.

Creo que es muy importante no dejarse comer por los problemas, por muy graves que estos sean. No podemos ceder  ni  pasar de ellos. Creo que hemos de enfrentarnos a ellos y encontrar la mejor forma de solventarlos. Y si no acertamos en la solución seguir esforzándonos para hallarla, luchando porque los acontecimientos nos arrastren en su rumbo sino que los dirijamos nosotros para sacarles el máximo provecho.

Me dirán que qué provecho, qué beneficio, qué bien podemos sacar de una desgracia, de una catástrofe, de una crisis personal o general. Me dirán que el dolor del sufrimiento, de la pérdida, de la muerte (real o existencial) es tan intenso que es normal la inacción. Les diré que la intensidad del dolor es inevitable pero no la inacción. Más bien todo lo contrario.

No nos podemos volver unos quejicas ni unos abúlicos. Lamerse las heridas no mejora la situación. Hemos de actuar, aunque la solución implique nuevo sufrimiento y nuevo dolor, hemos de saber aprovechar las nuevas oportunidades aunque aparentemente parezcan no serlo.

Como cristiano que soy en estos casos me acuerdo de José, uno de los doce hijos de Jacob, que fue vendido por sus hermanos y acabó siendo administrador de todo Egipto y pudo salvar a su familia del hambre. Y sobre todo tengo presente que Jesús fue aparentemente vencido con su crucifixión. Pero su resurrección transformó una aparente derrota en una dulce condena.
(artículo publicado en  "El Día de Valladolid", 12 de junio de 2012)

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