DULCE CONDENA
El otro día iba en el coche con mis hijas escuchando
la radio. Cantaban Los Rodríguez su “Dulce condena”, esa canción en la que el
estribillo comienza “no importan los problemas, no importa la solución”. Ya
saben lo que pasa a veces con las letras de las canciones, que uno entiende una
cosa diferente de lo que realmente es. Y
eso me sucedió a mí. Yo entendí que lo que importaba era la solución. Quizás
también era que quería que dijera eso la letra. O más bien que si yo hubiera escrito esa canción lo
hubiera hecho de esa manera. Al menos en este momento de mi vida y de nuestra
historia.
Creo que es muy importante no dejarse comer por los
problemas, por muy graves que estos sean. No podemos ceder ni
pasar de ellos. Creo que hemos de enfrentarnos a ellos y encontrar la
mejor forma de solventarlos. Y si no acertamos en la solución seguir
esforzándonos para hallarla, luchando porque los acontecimientos nos arrastren
en su rumbo sino que los dirijamos nosotros para sacarles el máximo provecho.
Me dirán que qué provecho, qué beneficio, qué bien
podemos sacar de una desgracia, de una catástrofe, de una crisis personal o
general. Me dirán que el dolor del sufrimiento, de la pérdida, de la muerte (real
o existencial) es tan intenso que es normal la inacción. Les diré que la
intensidad del dolor es inevitable pero no la inacción. Más bien todo lo
contrario.
No nos podemos volver unos quejicas ni unos
abúlicos. Lamerse las heridas no mejora la situación. Hemos de actuar, aunque
la solución implique nuevo sufrimiento y nuevo dolor, hemos de saber aprovechar
las nuevas oportunidades aunque aparentemente parezcan no serlo.
Como cristiano que soy en estos casos me acuerdo de
José, uno de los doce hijos de Jacob, que fue vendido por sus hermanos y acabó
siendo administrador de todo Egipto y pudo salvar a su familia del hambre. Y
sobre todo tengo presente que Jesús fue aparentemente vencido con su
crucifixión. Pero su resurrección transformó una aparente derrota en una dulce
condena.
(artículo publicado en "El Día de Valladolid", 12 de junio de 2012)
No hay comentarios:
Publicar un comentario