sábado, 19 de abril de 2014


LAS LÁGRIMAS DE SAN PEDRO

 

Como todas las Semanas Santas les voy a hacer una propuesta para reflexionar durante estos días. Hay un paso que puede pasar desapercibido en medio de tanta maravilla que se puede contemplar en la procesión del arrepentimiento, el Miércoles Santo, y en la General, el Viernes Santo. Es el de “Las lágrimas de San Pedro” de Juan de Ávila, que representa el arrepentimiento del apóstol tras negar a Jesús tres veces.

Me da la sensación de que solemos quedarnos en la superficie del acontecimiento, en la negación de Pedro. Nos produce escándalo esta traición reiterada en tres ocasiones. Y en el fondo creo que muchos pensamos que lo hubiéramos hecho mejor. Cuando me llega este ramalazo justiciero, lo primero que hago para desecharlo es repasar mi vida, contar con sinceridad las veces que, con palabras, obras u omisiones, le he negado.

Esta ya de por sí sería una constructiva reflexión. Pero quiero ir más allá aunque para llegar hay que partir de este reconocimiento de la traición, que no es otra cosa el pecado: una traición a Dios y a los hombres, que siempre va unido ya sea lo uno antes de lo otro. Echemos a andar. Una vez reconocida la culpa, ¿qué hemos de hacer? Esta es la pregunta que nos hacemos todos. Porque la culpa pesa. Y pesa tanto que desazona, que angustia, que desespera. Duele y ese dolor lo queremos eliminar. Entonces buscamos olvidarlo alienándonos, haciendo sufrir a otros o a nosotros mismos.

Esta fue la elección de Judas Iscariote. Creía que Jesús se equivocaba, que él sí sabía lo que había que hacer e iba hacer algo para que fuera por su camino. Cuando vio la consecuencia de su traición, sintió dolor, se desesperó y se ahorcó. En cambio la reacción de Pedro después de negar a Jesús fue otra. Oyó cantar al gallo y lloró.

¿Cuál es la diferencia? Creer en el perdón de los pecados. Esa es la Buena Nueva que anunciaba Jesús. Que no nos angustiasen nuestros pecados, que nos convirtiéramos, que ya estaban perdonados y que iba a abrirnos el cielo. Porque la nota de cargo que pendía sobre nosotros ya había sido cancelada. La cancelaba Él en la cruz. El amor lava la culpa.
(Publicado en "El Día de Valladolid", 15 de abril de 2014)