domingo, 7 de octubre de 2012

OJOS DE FELICIDAD


OJOS DE FELICIDAD

A uno se le agranda el corazón cuando ve la felicidad en los ojos de su familia. En esos momentos desaparecen las preocupaciones, el cansancio y el estrés y, por supuesto, de la crisis ni se acuerda Porque de verdad lo que realmente deseamos las personas, tanto ricos como pobres o mediopensionistas, es vivir eternamente en ese momento. Es nuestro anhelo más íntimo, nuestra aspiración máxima. O traducido: el cielo.

Es lo que buscamos durante toda la vida. Hay ocasiones en las que lo hacemos conscientemente pero en el fondo es lo que late bajo todas nuestras acciones. No siempre tenemos éxito y lo hallamos, muchas veces ni siquiera cuando lo hallamos lo reconocemos y en otras erramos en lo que buscamos.

Creemos, así nos lo enseñan, que esa felicidad está en el triunfo y en el éxito. Póngale ustedes el complemento que quieran: de poder, de prestigio, de dinero… de amor incluso, de un amor posesivo. Sin embargo, no es así. Hay uno mira a los ojos de los demás y no ve felicidad. Puede haber temor, adoración, odio, servilismo, indiferencia, egoísmo…pero no felicidad y amor.

Los ojos de felicidad son los que yo he visto este fin de semana en mi hija pequeña (bueno ya no la pequeña, pues Dios nos ha bendecido con otra – parece que es niña- que viene en camino) durante la celebración de su cumpleaños. No era por lo regalos, que le hicieron mucha ilusión claro, sino porque nos habíamos juntado la familia para comer. Estaba feliz porque estábamos juntos compartiendo.

Siempre he creído que los hijos, con toda la dedicación que necesitan, son la mayor bendición para una sociedad. Nos ayudan a poner los pies en la tierra, a pensar en la consecuencias de nuestros actos porque las pagaran ellos y nos permiten disfrutar ( y distinguir) los verdaderos momentos de felicidad.

Son como unos ángeles de la guarda que nos regala Dios para que nos cuiden, aunque parezca lo contrario. Por cierto, acuérdense de su ángel de la guarda personal porque hoy es la fiesta de los santos ángeles custodios. Cuánto trabajo doy al mío y de cuánto me ha librado. Muchas gracias, ángel mío.   
(Artículo en "El Día de Valladolid", 2 de cotubre de 2012)

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