La vida te da de vez en cuando esas alegrías. O
muchas veces y tan a menudo que no nos fijamos en ello porque no prestamos
atención ni a lo común ni a los detalles. Sea como sea, lo cierto es que
existen y que cuando nos damos cuenta de su existencia son un auténtico placer.
Es lo que me ha ocurrido en el regreso de estas vacaciones de las que aún me
restan unos días.
No hay nada como el paisaje de tu tierra. A pesar de
llevar encima la paliza de todo un día de viaje, todo el cansancio se evapora.
No hay nada como un atardecer, con puesta de sol incluida, detrás de las suaves
colinas de La Moraña. Suave luz que alarga las sombras sobre los rastrojos y
las pacas de las tierras ya
recolectadas, marrones y ocres que se
oscurecen en los barbechos, los últimos agricultores en su tractores terminando
las faenas del campo antes de que desaparezca por completo la luz.
Y esa última luz recortando los perfiles de los
pueblos, de sus casas de ladrillo y cal y, aún de adobe, de sus iglesias y de
las torres de sus iglesias, muchas testimonio de ese pasado románico-mudéjar,
de tierra de moros (de ahí la etimología de su nombre, para algunos; para otros
de términos prerrománicos que significaría tierra de muchas colinas y villas) y
también de gentes del norte, mozárabes y muladíes. Y salpicando todo el
horizonte, en las afueras del núcleo urbano, las estructuras modernas de las
naves para el ganado. Y en algunos lugares la eras con los muelos de grano y la
cinas de paja.
Y poco a poco, al ritmo del anochecer, al compás de
la voz cadenciosa y melódica de Charles
Aznavour en un disco de grandes éxitos, pueblos y paisajes van desapareciendo
al tiempo que los últimos rayos del sol desaparecen tras una colina cuya cima
brilla aún con el último rojo. Ya su último testimonio son unas lucecitas que
motean aquí y allá la oscuridad. Como réplica casi especular en la tierra de un
cielo estrellado con una profusión e intensidad como casi ninguno en el mundo.
El cielo, y la tierra, de La Moraña.
(artículo publicado el 28 de juli oen "El Día de Valladolid")
(artículo publicado el 28 de juli oen "El Día de Valladolid")