MIRAR AL CIELO
(artículo publicado en "El Día de Valladolid" , 24 de abril de 2012)
Ya no miramos al cielo, sólo a la tierra. Llevados
por la crisis, que acentúa el individualismo y la preocupación por lo material,
nos olvidamos de levantar la mirada. Ya no buscamos lo que hay más allá del
horizonte, sólo agachamos la cabeza para evitar tropezar con la siguiente
piedra y poder encontrar la siguiente raíz que llevarnos a la boca. Es algo muy
legítimo pero que a la larga más que solucionar el problema nos encadena a él.
La altura de miras es consustancial al hombre, es el
verdadero mecanismo que nos ha permitido
progresar. Si nuestros antepasados se hubieran limitado a lamentarse por
la escasez de alimento y se hubieran puesto a dar vueltas en busca de las
últimas raíces en lugar de lanzarse a una nueva vía, a probar la carne en lucha
con otros animales, seguramente nos hubiéramos extinguido.
Es cierto que las crisis nos limitan y nos atenazan,
porque el miedo a la incertidumbre del futuro también nos acompaña toda la
vida. Pero frente al miedo poseemos la capacidad de imaginarlo, de soñarlo y de
luchar por hacerlo realidad, buscando nuevas fronteras. Eso es lo que nos ha
llevado a pisar la luna después de mirar las estrellas y preguntarnos qué serán
y cómo podríamos acercarnos a ellas.
Esta semana hemos vivido un suceso simbólico del fin
de una etapa, que puede ser síntoma de la actual etapa de la humanidad. El
trasbordador Discovery, sobre un Boeing 747 de la NASA, volaba hacia un museo.
Los grandes viajes al espacio, la nueva frontera del espíritu humano, seguirá
cerrada. Y lo peor, ya no lucharemos por traspasarla, nos conformaremos con
enviar algunas misiones a la estación espacial y algunos robotes a Marte. Los
sueños de Julio Verne ya no se cumplirán.
Nos falta ilusión, sólo queremos sobrevivir buscando la última raíz, nos conformamos con no empeorar, ya no nos asombramos ante la
majestuosidad de las estrellas, ya no aspiramos a alcanzar la Luna. Ya no
miramos el cielo.