martes, 24 de abril de 2012


MIRAR AL CIELO
(artículo publicado en "El Día de Valladolid" , 24 de abril de 2012)

Ya no miramos al cielo, sólo a la tierra. Llevados por la crisis, que acentúa el individualismo y la preocupación por lo material, nos olvidamos de levantar la mirada. Ya no buscamos lo que hay más allá del horizonte, sólo agachamos la cabeza para evitar tropezar con la siguiente piedra y poder encontrar la siguiente raíz que llevarnos a la boca. Es algo muy legítimo pero que a la larga más que solucionar el problema nos encadena a él.
La altura de miras es consustancial al hombre, es el verdadero mecanismo que nos ha permitido  progresar. Si nuestros antepasados se hubieran limitado a lamentarse por la escasez de alimento y se hubieran puesto a dar vueltas en busca de las últimas raíces en lugar de lanzarse a una nueva vía, a probar la carne en lucha con otros animales, seguramente nos hubiéramos extinguido.

Es cierto que las crisis nos limitan y nos atenazan, porque el miedo a la incertidumbre del futuro también nos acompaña toda la vida. Pero frente al miedo poseemos la capacidad de imaginarlo, de soñarlo y de luchar por hacerlo realidad, buscando nuevas fronteras. Eso es lo que nos ha llevado a pisar la luna después de mirar las estrellas y preguntarnos qué serán y cómo podríamos acercarnos a ellas.
Esta semana hemos vivido un suceso simbólico del fin de una etapa, que puede ser síntoma de la actual etapa de la humanidad. El trasbordador Discovery, sobre un Boeing 747 de la NASA, volaba hacia un museo. Los grandes viajes al espacio, la nueva frontera del espíritu humano, seguirá cerrada. Y lo peor, ya no lucharemos por traspasarla, nos conformaremos con enviar algunas misiones a la estación espacial y algunos robotes a Marte. Los sueños de Julio Verne ya no se cumplirán.

Nos falta ilusión, sólo queremos sobrevivir  buscando la última raíz, nos conformamos con  no empeorar, ya no nos asombramos ante la majestuosidad de las estrellas, ya no aspiramos a alcanzar la Luna. Ya no miramos el cielo.  

martes, 17 de abril de 2012


CAPITALISMO SIN HUMANIDAD
El otro día estuve viendo la serie “Eli Stoner”. Trata de un agresivo abogado al estilo estadounidense que comienza a tener visiones, no se sabe muy bien si por disposición divina o causadas por el aneurisma que padece, que le mueven a defender causas perdidas, algunas contra su propio bufete de abogados, uno de esos de clientes de altos vuelos. El protagonista, Eli, puede actuar sí, a pesar de sus excentricidades, porque el presidente del bufete se lo permite lo que le acarrea que una socia lo utilice para deponerle de la presidencia.

Y lo consigue momentáneamente, aunque esa es otra historia. A lo que yo quería ir es al enfrentamiento por la presidencia. La socia ambiciosa, cofundadora de la empresa, acusa al presidente de perder la confianza de los grandes clientes de jugosas cuentas por su debilidad hacia Eli. El presidente argumenta que unos se han ido pero otros han entrado y que algunos de los inversores volverán cuando vean que es un bufete con corazón. A eso la socia traidora le acusa de traicionar  la idea fundacional del bufete: atender a las grandes fortunas y ganar dinero. El presidente le contesta: “el capitalismo sin humanidad es lo peor de todo”.

En esta confrontación nos encontramos también nosotros con esta crisis. Nos debatimos entre el miedo a perder a nuestros clientes, a nuestros inversores, un nivel y un estilo de vida entre los grandes y el imperativo moral de sostener a los más débiles de nuestra sociedad. Nos dicen que hemos de dejarles a su suerte si queremos salvarnos. No se dan cuenta de que el sálvese quien pueda es sólo el camino directo a la perdición.

Ahora, en crisis, es cuando menos hemos de renunciar a nuestros valores: la verdad, la caridad, la justicia y el bien común. En ellos está la dignidad de todos y cada uno de nosotros. Sin dignidad no hay esperanza, sin esperanza no hay futuro. Empecemos por la verdad: reconozcamos cada uno nuestros errores, asumamos la realidad, fijémonos un plan de acción serio, aceptemos los sacrificios y los contratiempos y actuemos convencidos de que podemos mejorar. Dice el salmo: si Dios está conmigo a quien temeré

Artículo publicado el 17 de abril en El Día de Valladolid

lunes, 16 de abril de 2012

La expropiación de YPF es una piedra de toque de las capcidades de España. Va a medir nuestra capacidad de respuesta,  nuestra capacidad de tener y buscar aliados, nuestra capacidad de hacernos respetar. La decisión de la presidenta de Argentina nos va a ofrecer un retrato de nuestro peso en el mundo.  Eso es lo importante: aprovechar para concoernos a nosotros mismos para poder mejorar. No se puede caer en el victimismo ni en la afrenta. Hemso de defender nuestros intereses, en este caso centrados en una de nuestra multinacionales Repsol, pero sin alardes ni prisas ni alaracas. Con paciencia y templanza, con seriedads y cálculo, con sagacidad y humildad.

domingo, 15 de abril de 2012

LA BENDICIÓN DE LOS PINARES

Dios da grandes beneficios por medio de lo pequeño y cotidiano. Es una máxima que deberíamos de acordarnos más en la vida. Seríamos bastante más felices pues no viviríamos en la insatisfacción continua  del que sólo espera llegar a las grandes metas y no disfruta de los que se va encontrando en el camino. Precisamente esos elementos y sucesos menores o habituales son los que nos dan fuerza para avanzar en el recorrido. Y hacerlo de buen humor también ayuda a andar más ligero, avispado y atento.

Al menos así  lo creo yo después de pasar este domingo en el campo. Más bien en uno de los pinares que nos rodean. Una bendición en la que no solemos fijarnos porque forman parte de nuestro paisaje habitual. Eso nos hace minusvalorarlos cuando ya quisieran en muchos lugares tener la posibilidad de pasear, comer o jugar por un pinar a tan sólo diez minutos de casa. Y no hablamos de un parque, ni siquiera de uno de los grandes, sino de hectáreas y hectáreas que dan sentido a ese nombre que algunos les dan tras contemplarlos desde algún cerro o algún otero: los mares verdes de Castilla.
Sí que son un océano de oportunidades de diversión y disfrute. Sino pregúntenselo a mis hijas. Han visto un largo desfile de orugas procesionarias (que les han parecido feísimas), se han llenado las manos de resina recogiendo piñas, se han peleado con ellas para sacar los piñones, las han soltado porque la asustaba algún gusano o araña ocultos, han corrido, han saltado y han sido felices. Sobre todo eso: han sido felices.

No han necesitado grandes inventos o las últimas novedades de moda. Solamente les ha hecho falta curiosidad, apertura mental y capacidad de sorpresa para disfrutar con lo que se  les aparecía, con lo que les explicaba, con lo que les sugería la imaginación al ver una forma de un pino, de una piedra o la huella de unos cascos de caballos. No hace falta más para ser feliz. Disfrutar con lo que Dios nos da cada momento, por muy pequeño,  insignificante o absurdo que nos parezca. En ello siempre se puede encontrar una gota (o muchas) de felicidad. Sólo hay que abrir la piña para encontrar el piñón.     

sábado, 14 de abril de 2012


LAS TRADICIONES





Quizás sea que me estoy haciendo viejo, que también. O quizás sea que el paso del tiempo me da diferentes perspectivas de los mismos acontecimientos, que seguro. O quizás sea que tener hijos ilumina, orienta la brújula de la vida al norte de la transmisión, de la enseñanza, del futuro, que por supuesto. Sea lo que sea, lo cierto es que cada vez me preocupan más las tradiciones, que perduren  y que lo hagan para los míos de la manera en que yo lo he vivido.

Porque también es cierto que una misma costumbre tiene tantas variantes como personas las experimentan. Eso es lo maravilloso: son tantas las variables que  pueden entrar en la ecuación, desde la personalidad y el momento vital hasta la geografía y el momento histórico, que su resolución mantiene un mismo resultado común que se expresa en distintos matices.

Esta reflexión surge de la carga tradicional que engendran en su interior estos días de la Cuaresma y la Semana Santa y en cómo transmitirla. Hay tradiciones diferentes en la celebración de la fe, modos de vivir y expresar lo experimentado al creer que Dios se encarnó para abrirnos el cielo gracias a la donación de su vida en la cruz y su resurrección, muestra de su amor al hombre.

Lo podemos vivir en la liturgia religiosa que se expresa en las distintas procesiones, en las diferentes actitudes de acerarse a los ritos, en la transmisión de esa creencia. Pero también en lo cotidiano, en los hábitos de vida. Ahí está la abstinencia de carne en viernes que crea los platos típicos de esta época. Y sus dulces. En cada familia unos.

Al menos hasta ahora. Porque creo que lo vamos perdiendo. Perdemos el portaje de vigilia de toda casa, el bacalao con tomate de mi suegra, el chocolate con suizos del viernes santo de mi abuela, los huesillos del miércoles de ceniza de mi madre. Miro a mis hijas y me asusta que no lo vivan. Saborearán el roscón de Reyes en Semana Santa pero no paladearán el sabor a hogar. Se lo perderán y en esa pérdida irán sus lazos con su familia. Creo que eso es lo que me anima a recuperar ciertas tradiciones, que me unen a los míos, a mis progenitores, a mi historia. A mí mismo en definitiva.