DOY LAS GRACIAS
Doy las gracias a Dios por la vida, por cada día,
por cada uno de los acontecimientos. Aunque en muchas ocasiones parece que nada
merece la pena, que los problemas no tienen solución, que las dificultades son
insalvables. Y más en los últimos tiempos en los que todas las noticias parecen
malas, en los que uno se levanta con la esperanza de escuchar buenas nuevas y,
sin embargo, por mucho que las busque no las encuentra.
A pesar de todo ello yo doy gracias por todo lo que
Dios me da, por lo bueno que me acontece y también por lo malo que me sucede.
No piensen que no sufro con el dolor, que no me duelen las contrariedades, que
no me contrario con el sufrimiento. Lo hago como todo el mundo. Y como todo el mundo me equivoco. Y como sé
que yerro examinó mis acciones y lucho con mi orgullo y mi soberbia para no
ceder a la tentación de excusar mis malas acciones y mis las actitudes.
Ese examen me ayuda a corregirme y también a tener
una mejor perspectiva de los acontecimientos, lo que contribuye a un análisis
más pausado y detenido de sus causas y efectos. Si unen eso a mi fe en Dios
como creador de todo, en Jesucristo, su Hijo resucitado, y en el Espíritu
Santo, guía y maestro de la Voluntad divina, entenderán que todo ese análisis
se completa con la variable de la Providencia: la acción de Dios en el día a
día.
Ha habido épocas en las que me he preguntado dónde
estaba. Esas épocas oscuras, en las que no se encuentra el sentido de la vida,
de lo que pasa, en las que sólo resuenan las mismas preguntas: ¿por qué me pasa
esto?, ¿por qué?, ¿por qué a mí?, ¿cómo salir de esto? Mi reacción es rezar y
esperar. Una espera activa, que mejore lo anterior o que sea más adecuado y
oportuno. Pero sin que el ruido de la actividad me impida escuchar.
¿Qué espero escuchar? Espero escuchar, o ver, o
tocar, o…, pongan el verbo que prefieran, lo que Dios quiere para mí, qué me
dice a través de esos acontecimiento,
buenos o malos, alegres o dolorosos. Dicen que a los cristianos se les
distingue porque son capaces de
discernir la Voluntad de Dios en los acontecimientos. Y les aseguro que en los
míos siempre ha habido amor, aún en los más duros. Y soy feliz.
(artículo publicado en "El Día de Valladolid", 19 de junio de 2012)