COMO SANTO TOMÁS
Hoy es la fiesta del apóstol Santo Tomás, el que no
creía que Jesucristo hubiera resucitado y el que, para rebatirles a los demás
discípulos que le porfiaban que sí, les plantó: “Hasta que no vea sus llagas y
meta mis dedos en ellas, no creeré”. Al final tuvo que creer porque se le
apareció el Resucitado, al que reconoció como Señor y Dios. Les cuento esto
porque muchos de nosotros hubiéramos actuado igual que santo Tomás si alguien
nos hubiera dicho hace cuatro años (cuando comenzaba la crisis) que íbamos a
ser campeones de fútbol en tres torneos consecutivos.
En ello pensaba el domingo viendo el partido con mis
hijas. Miraba a mi hija pequeña que jaleaba a la selección cuando había goles
(porque el resto del partido se entretenía peinándome) y me acordaba cuando yo
era pequeño y mi deseo era ver ganar a España una Eurocopa o un mundial. Un
deseo que se desvanecía con el gol de Krankl en Argentina (eso sí, me quedará
para siempre una palomita extraordinaria de Miguel Ángel), el empate contra la
Honduras del gran Gilberto en el mundial del Naranjito o el agujero bajo el
cuerpo de Arconada en Francia.
Sin embargo, mi hija, que hará cinco años en
septiembre, ha visto ganar dos Eurocopas y un Mundial. Es otro tiempo, con un
país que ha crecido mucho, aunque tenga muchos problemas (como todos los
países, no se crean). Pero también con muchas capacidades. Y la manera de aprovecharlas también nos la
señala la selección, la de todos y la de todas las regiones, cuya suman nos
hace más grandes. Pero no sólo la de fútbol, también la de baloncesto, o la de
waterpolo, o la de balonmano, o…
Y ese modo es la preparación personal, que afila las
aptitudes individuales, la humildad, que permite el trabajo en equipo, y el
esfuerzo y capacidad de sacrificio, para que se pueda alcanzar la meta
superando las dificultades y los obstáculos. Y para que el engranaje de ese
mecanismo funcione sin chirriar hace falta también un Gran Capitán. Para
describirlo les daré solamente un nombre: Vicente del Bosque. Él sí cree.
(artículo publicado en "El Día de Valladolid", 3 de julio de 2012)
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