LAS TRADICIONES
Quizás sea que me estoy haciendo viejo, que también.
O quizás sea que el paso del tiempo me da diferentes perspectivas de los mismos
acontecimientos, que seguro. O quizás sea que tener hijos ilumina, orienta la
brújula de la vida al norte de la transmisión, de la enseñanza, del futuro, que
por supuesto. Sea lo que sea, lo cierto es que cada vez me preocupan más las
tradiciones, que perduren y que lo hagan
para los míos de la manera en que yo lo he vivido.
Porque también es cierto que una misma costumbre
tiene tantas variantes como personas las experimentan. Eso es lo maravilloso:
son tantas las variables que pueden
entrar en la ecuación, desde la personalidad y el momento vital hasta la
geografía y el momento histórico, que su resolución mantiene un mismo resultado
común que se expresa en distintos matices.
Esta reflexión surge de la carga tradicional que
engendran en su interior estos días de la Cuaresma y la Semana Santa y en cómo
transmitirla. Hay tradiciones diferentes en la celebración de la fe, modos de
vivir y expresar lo experimentado al creer que Dios se encarnó para abrirnos el
cielo gracias a la donación de su vida en la cruz y su resurrección, muestra de
su amor al hombre.
Lo podemos vivir en la liturgia religiosa que se
expresa en las distintas procesiones, en las diferentes actitudes de acerarse a
los ritos, en la transmisión de esa creencia. Pero también en lo cotidiano, en
los hábitos de vida. Ahí está la abstinencia de carne en viernes que crea los
platos típicos de esta época. Y sus dulces. En cada familia unos.
Al menos hasta ahora. Porque creo que lo vamos
perdiendo. Perdemos el portaje de vigilia de toda casa, el bacalao con tomate
de mi suegra, el chocolate con suizos del viernes santo de mi abuela, los
huesillos del miércoles de ceniza de mi madre. Miro a mis hijas y me asusta que
no lo vivan. Saborearán el roscón de Reyes en Semana Santa pero no paladearán
el sabor a hogar. Se lo perderán y en esa pérdida irán sus lazos con su familia.
Creo que eso es lo que me anima a recuperar ciertas tradiciones, que me unen a
los míos, a mis progenitores, a mi historia. A mí mismo en definitiva.
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