lunes, 28 de julio de 2014


CUENTO DE VERANO III

Por muy prevenido y prudente que sea alguien, el enemigo siempre puede sorprenderle. Eso no se ha de traducir en vivir obsesionado porque sería ya una victoria del enemigo. Simplemente tenemos que estar preparados para enfrentarlo donde y cuando menos se espera. Laura y Lucía no sabían este principio y fueron sorprendidas. En cambio la criatura que las guiaba, que lo tenía presente, no. Al menos no del todo. Sucedió así.

 Mientras seguían la ruta que les conduciría hasta Proteo, las niñas no hacían más que detenerse, tanto porque las maravillaba lo que veían como porque dudaban de la historia que les iba contando la criatura. Esta estaba más atenta a explicarse que a lo que sucedía alrededor  y no percibió el silencio en el que se adentraron  al descender hacia un pequeño valle. No se escuchaba nada, ni siquiera sus propias pisadas sobre la senda que les encaminó hacia un pinar. Allí les envolvió una niebla repentina, que ahora sí sobresaltó a la criatura: “¡Floyis!”

“¿Quiénes?”, preguntaron las niñas. Por respuesta les llegó un aviso: “¡No os separéis!. Todos juntos, en grupo, no pueden con una comunidad. Buscan separaros. Atacan en la soledad”. Pero no sirvió de nada. La niebla de los floyis ya había conseguido su objetivo. Laura y Lucía, confundidas, se alejaron guiadas por unas voces que parecían cálidas en medio del frío de la niebla y la soledad.  Confiadas en esas voces que les prometían satisfacer todos sus gustos, sus anhelos, sus apetencias, quedaron atrapadas.

Laura se vio subida a una montaña de chocolate y chucherías. Estaba asustada, lo que acrecentaba el hambre que tenía. Las voces la incitaban a comer. Eran su debilidad y eran muy apetecibles. Cogió la primera chocolatina y no pudo parar. La montaña no dejaba de crecer y ella se hundía cada vez más. Gritó, y su grito llegó a su hermana. Lucía sabía que tenía que ayudarla  pero cómo. Había caminado y caminado y  le apetecía sentarse. Y se sentó. El terreno se hundió como un colchón. Era confortable, apetecía dormir, soñar. Y se adormiló.

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