lunes, 21 de julio de 2014

CUENTO DE VERANO I


Era lo que más deseaban pero el tiempo no acompañaba. Era un comienzo de verano poco veraniego. Tormentas continuas y temperaturas agradables pero frescas para la estación. Además estaba ese viento que dejaba una auténtica sensación de frío y hacía de bañarse en la piscina más un deseo que otra cosa. A pesar de ello se metían en el agua en cuanto podían. Y hubo hasta un día de esas primeras semanas de ese verano, que iba a resultar inolvidable, que pudieron estar horas pasadas por agua.

Precisamente ese fue el día en el que los acontecimientos dieron un giro inesperado. Bueno, realmente la vida está llena de ellos pero no les prestamos atención, sobre todo los mayores, para quienes lo extraordinario no puede tener cabida en su vida organizada y perfecta. Tan organizada a su gusto y conveniencia ha de estar que también quieren quitar a los niños tiempo a sus vacaciones, los días en los que todo puede suceder y donde hay que tomar decisiones que formar el carácter. Menos mal que están los abuelos, a los que hay que estar siempre agradecidos. Sin ellos, el mundo sería mucho peor de lo que ya es. Hay hasta quien dice que la humanidad está cimentada en la atención y sabiduría de los abuelos y que el día que se pierda será el fin de los hombres.

A lo que íbamos. Ese día de un poco más de calor Laura y Lucía, dos hermanas a las que se conocía como la doble ele, aprovecharon para desquitarse. Se pasaron la tarde a remojo. Cuando por fin salieron del agua y se acercaron a sus toallas para secarse con el último sol del día, las sombras les sorprendieron. Algo se movía en ellas, como ocultándose. De repente salió a la luz pero su sombra se proyectaba al lado contrario, se acercaba al sol en lugar de alejarse. Laura y Lucía se miraron sorprendidas y aguzaron su vista. Era como una presencia transparente pero a la que la luz no traspasa del todo porque tenía sombra.

De repente, esa presencia se solidificó. Las dos hermanas estaban tan sorprendidas que apenas hubieran sabido cómo describir al ser que estaba ante ellas. Y menos después de escucharle: “¡Ayuda! … me persiguen ¡Ayuda! ¡Hay que salvar la creación!
Continuará...

(Publicado en El día de Valladolid el 8 de julio de 2014)

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