Mi hija pequeña estaba merendando una manzana cuando me iba a poner a escribir este artículo. Me preguntó sonriendo que iba a hacer y yo se lo conté. Al verla tan risueña las palabras me salieron antes de darme cuenta siquiera de haberlas pensado: “¿De qué quieres que escriba, cariño?” Ella me contestó sin perder su sonrisa pero con la seriedad de una niña de tres años, que es bastante más seria que la de los adultos cuando sabe son conscientes de que el momento lo requiere: “ Habla del ocho y de la C, papá”.
Por un
instante no supe qué me estaba diciendo y cuando lo supe ignoraba su
significado. Ella me miraba con los ojos de quien está convencido de que se ha
sido claro. Así que como padre con cierta experiencia ya, eché mano de lo que
mi cerebro ya había sido capaz de procesar, confiando en que mientras hallaría
el significado del resto.
“Claro, hija, la C de Carolina, que es como se
llama, quieres que hable de la C”. Ella siguió mirándome con expresión de “pues
claro, papá”. Sonreí para ganar tiempo a ver si encontraba una razón a lo del
ocho. Ahora mismo sigo sin saber realmente por qué eligió el ocho, pero a punto
de claudicar, me vino una imagen de un libro: una pieza de ajedrez, en dorado,
una reina; una autora, Katherine Neville; un título, El Ocho. Una novela de
intriga y matemática, de Carlomagno y el poder, de ajedrez y sus 8x8, sus 64
casillas. Entonces lo ví, ví una explicación. Al menos para mí, no sé para mi
hija.
La simbología del Ocho. Para los cristianos, que en
algunos casos se bautizan en
baptisterios octogonales, el octavo día es el de la resurrección y el de la vida eterna, pues es en el que
Jesucristo, el triple ocho, 888, venció a la muerte y recreó toda la creación.
De ahí la C, la nueva Creación que se ha inaugurado con él, que será plena al
final de los tiempos y que entonces y ya ahora se va construyendo con su
Misericordia. Otra C, la del corazón, compasión y compartir. Este domingo hemos
celebrado la fiesta de la Divina Misericordia, en el que se promete salvación
al que proclame “En vos confío”. Otra C. Más C: Caritas Christi.
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