sábado, 11 de julio de 2015

QUE VIENE EL LOBO

Una de las series que más me han gustado últimamente ha sido la de “Grimm”. Un detective de la policía, descendiente de los hermanos Grimm, tienen la capacidad de distinguir entre la multitud a los personajes de los cuentos camuflados bajo apariencia de humanos corrientes. Crea toda una mitología fundamentada en los personajes de los cuentos.
 No digo de infantiles porque en realidad no lo son. Como tampoco son las historias  Disney, contra las que no tengo nada. Más bien todo lo contrario pues me encantan y como se podrán imaginar con tres hijas me tengo toda la colección casi hecha. Pero contra lo que sí que estoy es contra la exclusión. Nuestra sociedad va edulcorando cada vez más las historias originales por aquello de no traumatizar a nuestros hijos. Y yo creo que son compatibles ambas.
Pensándolo bien, quizás no sea por nuestros hijos y sea por nosotros mismos. Se lo digo, porque en el fondo esos cuentos, en estado original, de los hermanos Grimm, o también, por ejemplo, de Andersen, nos hacen enfrentarnos con nuestros miedos, nuestros sufrimientos y nuestra crueldad. Y eso es muy duro y doloroso.
Sin embargo, sin ese cara a cara con el lado oscuro, con nuestro lado oscuro, es imposible que podamos ser personas hechas y derechas, equilibradas, auténticas. Sí, sé que puede traumatizar. Pero sólo si no damos las herramientas adecuadas para enfrentarse al mal. Y eso son valores, principios, obligaciones. No sólo podemos enseñar derechos, querencias y apetencias.
Mi experiencia me ha enseñado que sólo he podido vencer mis miedos ( y he tenido muchos y aún tengo algunos) plantándome, mirándole a los ojos y diciendo ( aunque sólo quisiese huir) que no, que hasta aquí hemos llegado. Es decir, dominando yo al miedo. Y para ello me han ayudado todas esas historias Grimm y Andersen. ¡Ah!, y también gracias al miedo he sido prudente, que no temeroso ni atrevido. Y también me ha enseñado que todo no vale porque luego viene el lobo y te come.

(Publicado el 7 de julio de 2015, en "El día de Valladolid")

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